Cartas para nadie.

Es domingo y siento la creciente necesidad de salir corriendo lo más posible, de mi, de aquí. No me siento en un hogar y no porque no ame a mi familia. No me siento en un hogar porque la raíz esta rota, quebrada y comprimida... Los pocos amigos cercanos aun duermen y los despiertos están lejos. Hoy por primera vez en ratos quiero fumar mucho, aunque lo que más quisiera es olvidar, no quiero recordar las cosas que se cuelan en la musica, imágenes o conversaciones, que aunque son amenas, se perfectamente que solo son la fachada, el exterior de un amor retorcido, inaceptable y putrefacto. ¿Cuánto eres capaz de soportar y aceptar en tu vida a cambio de un poco de atencion? ¿Qué clase de monstruos gobiernan realmente tu vida? Porque feliz ya sé que no soy. No hace falta siquiera preguntarlo, basta con observarme con detenimiento un par de minutos. Mi forma de hablar, expresarme, mis cambios de humor y los dardos que lanzo pero lo que nadie sabe es que tengo veneno en mi mente y con esta puedo destrozar de a poco o destruir en un segundo a quien se me acerque. Sólo que siempre decido no hacerlo porque el resultado final es que va a desaparecer por voluntad o por decisión, entonces callo, y dejo que el veneno de un embriagado de somnidos me afecte, me destruya de a poco, y me succione la plenitpertar. No sé por qué lo hago. Quizás, sea por el miedo a estar sola, en medio de los sintomas del ego está eso.

Francamente hoy no ha sido un buen domingo, y quisiera olvidar. Aun no desbloqueo eso y estoy a mucho rato de lograr hacerlo. Entonces me autocompadezco para luego llorar deseperadamente mientras mi telefono suena. El sonido se hace cada vez más agudo y fuerte, el corazón bombea más y más fuerte la sangre, me duelen las sienes, de un momento a otro mi temperatura empieza a bajar y siento escalofríos recorrer mi cuerpo, a pesar de ser una tarde calidad los pocos rayos de sol ya no se adentran en la ventana de mi habitación, todo comienza a oscurecerse, él acaba de regresar del entrenamiento, escucho sus pasos, no puede ser. Ya no hay vuelta atrás.

Nunca debí volver aquí para empezar.

Lentamente entro en ni mundo, a pesar de no ver nada, siento que me empiezan a desnudar y tocan más allá de lo que se puede a simple vista apreciar, es más que asqueroso, es bastante difícil de explicar, la habitación huele a vomito pero aun no devuelvo nada, necesito escapar. Nadie escucha mis gritos, me siento sumida en la oscuridad. Él se levanta, sube sus pantalones, me da un beso en la mejilla y se marcha.

No digo nada, solo unas cuantas lágrimas trastabillan por mis mejillas, tengo la boca seca y duele algo dentro de mi, el peso en mi alma es tal que cuesta vivir así. De repente siento arcadas, vomito, dejo una pestilencia en el lugar. Entre unos cuantos libros y lápices busco un papel vacío y escribo esto, ya falta poco para el final. ¡Pronto voy a despertar!

Dejo lo que escribí en el suelo, siento que todo se está derrumbando a mi al rededor, como un terremoto, y el cuerpo me late, choco contra un escombro y me desmayo sin más!

Empiezo a despertar pero no puedo abrir los ojos, escucho la voz de Javier a lo lejos, está es la ultima parte de la regresión, aunque tengo los ojos cerrados percibo la oscuridad de la noche dentro de la carpa.

Javier me llama, me toca la frente, siento su mirada fija en mi.

Escucho una voz que dice nunca se lo digas, nunca le digas la verdad completa. Y poco a poco despierto para esta vez dormir de verdad.