LA PRUDENCIA

La prudencia.
Ser prudente es no dejarse llevar por los impulsos, no dar respuestas apuradas, no reaccionar violentamente ante las circunstancias, no emitir juicios a priori, no inmiscuirse en asuntos que no nos incumben, no hacer suposiciones sobre algo que no conocemos…. La prudencia es sinónimo de precaución, de alerta, de pausa. Ser prudente, entonces, es esperar el momento adecuado para actuar. De allí se deriva una actitud de paciencia, calma, tranquilidad y sapiencia; pues, quien es prudente también es sabio, paciente, tranquilo y calmado: no se exaspera por nada.
La prudencia es un compás de espera. Compás lleno de precisión, paciencia, tranquilidad y conciencia.
Precisión, porque no se debe, a la hora de ser prudente, pecar de ambiguo o de torpe, ni siquiera de ingenuo; la ingenuidad, en estos casos, lo que puede hacer es dejarnos mal parados.
Paciencia, para no precipitarse y estar serenos al momento de tomar una decisión.
Tranquilidad, porque, si hay nerviosismo, se habrá dado un golpe mortal a la prudencia; estar tranquilos es mantenerse equilibrados, serenos, sin hacer caso a las perturbaciones.
Conciencia, por cuanto se tendrá una clara idea de lo que está sucediendo a nuestro alrededor y dentro de nosotros mismos, pues, la conciencia de lo real nos hace actuar con mayor sensatez y cuidado. Nada de equívocos a la hora de ser prudentes. En definitiva, ser prudente es sinónimo de certeridad, vale decir, de clara visión, de asertividad.
En conclusión, a mayor desesperación, menor exasperación ; a mayor desasosiego, mas paciencia, a mayor intranquilidad, más calma, mas conciencia para actuar..
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