Cultura

Desde que era un niño pequeño, de apenas seis años, quería ser escritor. Recuerdo que me sentaba en frente de la vieja computadora de mi tía -en mi casa no teníamos-, le pedía que abriera "el programa para escribir" -Word 2000- y empezaba a deslizar mis dedos por el teclado, divirtiéndome por horas, aún cuando no estaba escribiendo palabras legibles, solo garabatos, letras al azar.

Fue mi actividad favorita por mucho tiempo, y a la par que crecía, empezaba a escribir cosas coherentes. Escribía cuentos, versiones de los clásicos pero con otros nombres, historias basadas en mis comiquitas favoritas, cualquier cosa en realidad. En el colegio, en primaria, a veces nos mandaban a escribir cuentos sobre la religión, o sobre las fechas patrias del pais. A mi me encantaba escribir. Todavía me encanta.

Luego, fui creciendo y dejé de ver cultura a mi alrededor. En el bachillerato, apenas nos mandaban a leer; cuando lo hacían, era recibido con desdén por mis compañeros de clase. Yo me mantenía en silencio, me guardaba la alegría que me daba leer. Mis clases de Historia del arte brillaban por su ausencia, y cuando las recibíamos, apenas repasábamos el arte griego, el arte romano, ligeramente el arte aborigen. ¿Y qué hay del venezolano?

En 4to año, mis clases de literatura universal se reducían a los griegos; en 5to, literatura venezolana fue un mito. Nada de Doña Bárbara, ni de Massiani o Andrés Eloy Blanco. Nada de Miguel Otero Silva, y ni hablar de Rafael Cadenas o de otros poetas. Se sintió como si Venezuela no existiera, o lo que es peor, como si no tuviera arte.

En la Universidad, la situación mejoró ligeramente: encontré otras personas con quiénes compartía el gusto por la literatura, la música, el arte en general. Conocí otros que, como yo, escribían. Descubrí autores venezolanos del siglo pasado y del presente. Escuché nueva música y música nueva -que no es lo mismo.

Encontré tanta gente que, como yo, quería hacer cultura. Y al mismo tiempo, por cada uno de nosotros, encontré diez personas que rehuían a todo. Para ellos, leer era una tarea aburrida que mantenían al mínimo posible. Para ellos, la música era lo que transmitían en la radio, las canciones importadas, y todo lo demás era desconocido. Para ellas, las únicas películas buenas eran las de Hollywood, y las únicas esculturas y pinturas de valor estaban en el Louvre.

¿Cómo puede un país crecer en cultura y generar espacios apropiados para su consumo si su población desconoce toda su producción artística?

Imagino una Venezuela de cultura

Mural en Ciudad Banesco. Foto de mi autoría.

Mi sueño es vivir en una Venezuela en la que la cultura, sobretodo la cultura venezolana, sea cuestión de todos los días, tanto su creación como su apreciación.

Quiero ir por las calles y escuchar jóvenes tocando sus canciones, y que tengan tanta audiencia como solían tener los conciertos en el Estacionamiento de la USB o en el Forum de Valencia.

Quiero entrar a las librerías y ver los estantes repletos de libros nuevos de autores venezolanos, publicados por pequeñas y grandes editoriales.

Quieroo más museos, más galerías, más recitales de poesía. Quiero ferias del libro donde no solo haya Bestsellers de otros países, sino libros de Cadenas y Alejandro Castro y de Ida Gramcko, de Alejandro Rebolledo y Rodrigo Blanco Calderón.

Sueño con un país en el que decidir estudiar Artes, o Letras, o Música sea una decisión tan respetable, apoyada y celebrada como decidir estudiar Medicina, Ingeniería o Derecho.

Sueño con una Venezuela que quiera, que amé su cultura, que se conozca a sí misma y que cada día genere más espacios para que los creadores y apreciadores de arte convivan en la cotidianidad.

Mi granito de arena: apoyar la visibilidad y creación de espacios

Como todo en Venezuela, llevar mi sueño a la práctica no será tarea fácil. Para tener cultura, para crear cultura, primero hay que tener un país que garantice las condiciones mínimas para vivir, y sé que pronto Venezuela será así. Y entonces, todos podremos poner nuestro granito de arena para mejorar la situación cultural del país.

Como escritor, mi primer papel es el de creación cultural. Seguiré escribiendo, seguiré publicando en mi blog, seguiré publicando acá en Steemit, y quizás un día mis escritos sean lo suficientemente buenos como para formar parte del canon artístico del país.

Sin embargo, como ciudadano mi rol es mucho más importante, porque más que la creación, hay que incentivar la visibilidad. Hay que seguir asistiendo a los (pocos) recitales de poesía, charlas de literatura, exhibiciones fotográficas y galerías de arte en el país. Hay que seguir apoyando la labor de cada uno de estos artistas que luchan, día a día, por dar a conocer su obra. Hay que generar espacios para que lo puedan hacer: empezar desde lo pequeño, quizás un stand eventos mayores, o un espacio de algunos minutos para explicar sus trabajos. Y de ahí en adelante, ir creciendo, generando conversación e invitando a los artistas y al público en general, al venezolano común, a educarse en la cultura de su país y conocer más y más eso que nos hace realmente venezolanos.