Reto 12 votos, semana 65: Competir en la vida

Cuando pienso en competir casi siempre reconozco la palabra en el contexto de los deportes, supongo que forma parte del espíritu deportivo esa competitividad que hace a los atletas querer superar al otro, triunfar sobre el otro, vencer en la contienda.

Por otro lado, no es una palabra con la que me identifico. Aunque disfruto del trabajo en equipo y de ver los resultados del esfuerzo conjunto, siempre me sorprende ver lo feroces que pueden ser algunas personas cuando compiten, porque para ellos desaparecen como por arte de magia las relaciones de amistad o amorosas, y queda un puro espíritu de lucha.

Francamente me sorprende y espanta, porque aunque ese espíritu los hace superarse y ser mejores, yo no puedo dejar de pensar a los otros como amigos o seres queridos, o simplemente como humanos, y aunque sé que es un juego, pues no me sale atacar con ferocidad a los contrincantes.

Hablando de este tema, he recordado un libro de Lin Yutang, "La importancia de vivir" (1942) en el que divide a los hombres en dos grupos, los hervíboros y los carnívoros.

"Veo a la vez animales herbívoros y carnívoros en la actual generación de hombres: los que tienen temperamento amable y los que no lo tienen. Los hombres herbívoros hacen su camino por la vida interesándose por sus cosas, en tanto que los hombres carnívoros se ganan la vida metiéndose en las cosas de los demás.[...] La mitad del mundo pasa el tiempo haciendo cosas, y la mitad pasa el tiempo haciendo que los demás hagan cosas para ellos, o haciendo imposible que los demás hagan algo. " (Página 54)

Me encantó esta clasificación porque resume de un modo muy claro como somos los seres humanos, y como hay personas que fluyen y se ocupan de sus asuntos, mientras otros buscan que les hagan las cosas o bien impiden que otros hagan cosas.

Imagino el espíritu competitivo más cerca del temperamento carnívoro que señala Lin Yutang que del hervíboro. "La importancia de vivir" es para mí un libro de esos iluminadores en muchos sentidos, y con momentos muy divertidos como el siguiente, donde vemos expuesto de manera entendible el concepto de filosofía que maneja su autor:

"EL GOCE DE LA VIDA
I. DE TENDERSE EN LA CAMA
Parece que estoy en camino de ser un filósofo de mercado, pero no lo puedo remediar.
La filosofía, en general, me parece la ciencia de hacer que las cosas sencillas sean difíciles de
comprender, pero puedo concebir una filosofía que sea la ciencia de hacer sencillas las cosas
difíciles. A pesar de nombres como "materialismo", "humanismo", "trascendentalismo",
"pluralismo" y todos los otros "ismos" muy largos, sostengo que esos sistemas no son más
profundos que mi propia filosofía. La vida, después de todo, está hecha de comer y dormir, de
encontrar y decir adiós a los amigos, de reuniones y fiestas de despedida, de lágrimas y risas,
de hacerse cortar el cabello una vez cada dos semanas, de regar la flor en una maceta y ver
cómo cae desde el techo la del vecino" (Página 214)

Y aunque me he distanciado un poco del tema de la competitividad, pues acepto que si bien el acto de vivir supone muchas veces lucha, intento no funcionar desde esos parámetros en mi vida.

Y los dejo con una instántanea que tomé hace mucho en un viaje a París, es uno de sus parques, donde se resume para mí la vida relajada, personas jugando con niños en un entorno hermoso, mientras los pájaros surcan alrededor y crean con sus vuelos una imagen tranquila, apacible y feliz.

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