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Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.
Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,

1 Pedro 1:2-3

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Como venimos hablando, esto no se trata de "La bendición está en obedecer", esto de la obediencia es un resultado de un nuevo nacimiento.

Si vamos antes en el tiempo, a principio de nuestra conversión tenemos dos caminos delante, podemos entrar en el plan divino o estar fuera de él, podemos elegir la comunión eterna con Dios o la separación eterna. Todo esta bajo el impulso y necesidad generada por esa persona de la deidad, el Espíritu Santo, podemos reconocer nuestra necesidad y aceptar el llamado o blasfemar, cometer el único imperdonable que es rechazar el llamado del Espíritu Santo.

Hemos tomado la decisión de recibir la vida de Jesús, instantáneamente cambia nuestra condición, ahora hijos, herederos, santos, y nada nos puede separar del amor de Dios.

Esa obediencia que Dios Demanda ahora es cumplida por la nueva vida que habita en nosotros, La vida de Cristo en nosotros vive en una sujeción constante a la voluntad de Dios "SIN EXCUSAS", es que no puede vivir de otra manera, y allí también estamos nosotros, seres humanos pecadores con tendencias naturales y propias del hombre viejo.

No hay manera que algo corte o limite la comunión con Dios, y esto no es por nosotros, es por la vida de Cristo en nosotros. Allí es donde podemos decir que si obedecemos o no, somos benditos igual.

Hay mucho esfuerzo en demostrar algo como resultado de ser hijo de Dios, pero el esfuerzo y el precio es por crecer en en hombre interior, desarrollarnos y alcanzar el modelo "Estatura y plenitud de Cristo".

También si queremos ser mejores personas, "mas buenos", correctos, y todo lo que puede dar hablar bien de nosotros, podemos hacerlo sin problemas sin que esto ocupe el lugar o el objetivo como hijos de Dios.

Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos