Capítulo 4: EL DESARROLLO DE LAS POTENCIAS
Toda naturaleza apetece su propia existencia y su propio perfeccionamiento. En una de las tantas vueltas que mi mente daba sobre la frase, se encontró de frente con Juan Salvador metido en una jaula. Comencé a preguntarme entonces ¿Cuál parece ser la naturaleza de un zamuro? ¿Hay algo que le impide avanzar hacia la realización de su naturaleza? Si está garantizada su existencia porque se alimenta y tiene salud ¿cómo puede procurar su perfeccionamiento? ¿Cuáles son las potencias que un zamuro debe actualizar para alcanzar su mayor grado de perfección? ¿Cómo puede un zamuro llegar a ser un zamuro?
A medida que pensaba en el asunto también avanzaba en la lectura. Pasaron varios días en los que no lograba desprenderme de las nuevas lecciones medievales y sus derivadas asociaciones con la vida que me rodeaba. Pero no fue sino hasta llegar a la definición que Tomás de Aquino otorga al mal, que pude comprender que no debíamos retardar ni un segundo más las prácticas de vuelo de Juan Salvador. El mal es entendido por Tomás como una privación que sufre la naturaleza propia del ser.
Era para mí una revelación comprender esa interpretación. El mal, bajo esa nueva mirada, no existía como realidad autónoma ni tenía una definición propia. La iconografía religiosa asociada a la figura de un diablo perdía entonces el sentido que muchas religiones habían intentado otorgarle. Con esa nueva comprensión, además, resultaba desatinada cualquier creencia en fuerzas externas tenebrosas. Igualmente, quedaba muy claro que el mal no es algo que se posee ni tampoco una simple ausencia. - No es posesión –le explicaba yo a Antonio intentando que comprendiera mi asombro- pues no se concibe como una propiedad o cualidad análoga al color, y no es ausencia –insistía en aclararle- porque no toda ausencia es mala, para que sea mala debe ser perjudicial a la naturaleza del ser.
-Entonces, dijo Antonio como intentando descubrir la cadena “ilógica” que me llevaba de Tomás a Juan Salvador- el mal es privación en el sentido de que, al representar una carencia, va en contra del estado natural y deseable de un ser. - Sí- contesté con una hebra de esperanza enredada en las cuerdas vocales. - ¿Y cuál es el estado natural y deseable de un ave?
Entonces, fue evidente para ambos que la perfección de un ave se realiza, entre otras cosas, con el acto de volar; su naturaleza está ligada al vuelo, así como la nuestra está ligada a la palabra. Ya que Juan Salvador tenía sus alas en perfecto estado, había que ofrecerle la oportunidad de actualizar las potencias que corresponden a esa naturaleza de su ser. Había que pensar en una estrategia que permitiera que Juan tomara contacto con la libertad y se prepara para ella. Solo así, cerrando la brecha que separaba lo que Juan era de lo que debía llegar a ser, podríamos impedir que el mal lo afectara.
Interesanes notas sobre el ser y su esencia que me llevan a preguntarme si las personas, que decimos tienen consciencia a diferencia de los animales, se cuestionan acerca de su propia naturaleza, si están al tanto de su ser y por tanto de la búsqueda de perfección, en aras de ser mejores seres humanos para sí y el planeta. Buen contenido. Sigue adelante. Saludos cordiales.
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Pensé que la naturaleza del ser y del propio zamuro es la libertad, en la medida en que iba leyendo, inferenciaba hacia ese término. Extraordinaria analogía. Da para extender reflexiones! Lo pensaré jajajaja. Saludos. Voy muy bien... atrapada.