Carta a una mujer que no me pertenece
Últimamente procuro economizar mis recursos. Hablo de todos los que tengo, como ser humano: Energía: física, intelectual, emocional; dinero, tiempo, todo. Se trata de una necesidad de equilibrio. Un modo de “redimir” la vida de excesos que he llevado, de invertir mejor. Tú apareciste cuando yo venía intuyendo que algo dentro de mí debía cambiar, para avanzar, crecer. ¿Y cómo permitir que entrases, que ocupases un espacio en mis pensamientos y, que, incluso a veces, me emocionase algo referido a ti? Apenas estoy aprendiéndolo. Aprendiendo a mantenerme enfocado y, así, sin dejar de ser yo, no dejarte ir; disfrutar de ti.
Representas algo nuevo, y me siento agradecido por la oportunidad de que yo tome caminos distintos. Te hago parte de mi vida de algún modo, de este, en el que ya no me angustia pensar que un día te vayas sin despedirte, un modo en el que vas por tu propio camino, uno que yo no conozco. Un modo en el que no te tengo, en el que no soy tuyo, pero en el que hay días de quitarse el reloj, de desvestirse de prejuicios, de miedos, de ropa, y de acercarnos más, íntimamente; nos vemos a los ojos, sin maquillaje, sin gorros, sin gafas, sin el ropaje que pertenece a esos que somos ante todos los demás… y nos sentimos parte de algo que nos sobrepasa, que es superior, parte de lo humano, aquello para lo que solo es importante ser, estar.
Porque yo no estaré algún día, pronto o tarde. Y tú sabrás que cuán guapo yo haya sido, cuán torpe, pobre, cuán bueno o malo, tan defectuoso en tantos sentidos; cuán buen o mal cantante, escritor, actor o poeta yo era, lo único valioso de mí fueron aquellos momentos de dar, de amar, de esa forma sencilla en que lo hacemos por instantes.
Un helado en el Centro Comercial, un momento fugaz, es todo lo que tenemos. Una noche, las cervezas, la osadía de caminar juntos hasta el hotel. Una habitación con vista a las ventanitas por donde otras vidas se evidencian, mientras tú y yo - bajo el efecto del humo -nos observamos, nos sentimos, en el performance de las nuestras. Es absolutamente todo lo que tenemos.
¿No es espléndido? La luz suave que entra por la ventana, la música que vibra en el celular, tú desnuda, bailándote los años, la juventud, volviendo al origen de lo que eres, ganando el juego de la seducción con tu sola silueta, bañada en luz tenue. Yo acostado, desnudo, radiante de frescura y contento, ascendiendo lentamente hacia el deseo. Dentro de mí una llama cobra fuerza, va tomándome desde el centro, revirtiéndome hasta lo más esencial, lo más puro, un animal ansioso de dominio, de posesión, de alcanzar el punto máximo de su satisfacción: hacerte enteramente suya.
Hoy te vi y lo comprendí. De esto se trata. Tal vez algún día busquemos en alguien, además de estas satisfacciones, la compañía, la estabilidad que dan los acuerdos y las alianzas materiales. Ya sabes, todo eso que cada uno necesita cuando descubre que debe incluirse hasta un punto en las nóminas familiares, en las cenas navideñas, en el pan de cada día, en la escuela de los niños. Y eso estará bien. Hoy, mientras esos días llegan, no quiero perderme de ti, de lo que eres, de cómo existes, de cómo estás. Hoy comprendo que se trata de esto, de la oportunidad de verte y escucharte reír, cantar, decir a veces algo genial y a veces algo tonto, como yo. De estar mientras eres, sin pretender cambiarte, sin exigirte algo, sin cobrarte nada.
Vivir simplemente es mi cometido y ojalá también sea el tuyo. Que nunca te lastime, que nunca me lastimes. Porque sé que no es la tradición; las personas se apegan a otras porque tienen miedo. Lo común es que te engañe sobre lo que soy, que pretenda que soy tuyo, cuando el corazón y el cuerpo se rebelan, buscan, porque son libres, porque son curiosos y tienen ansías de vivir. Lo común es que nos hagamos novios, que nos creamos dueños del otro; luego vendría el miedo a perdernos, las frustraciones porque el otro no es que como quisiéramos. Luego vendrían los maltratos y las exigencias, luego las infidelidades y las mentiras.
Pero yo me niego. Prefiero ser franco. Prefiero que sepas que no soy tuyo pero, a veces, solo a veces, puedo ser totalmente tuyo, desde lo profundo de mí, porque no soy de nadie, solo me pertenezco y, asimismo, me doy sin medida, a quien quiero y como quiero.
Puedo ser feliz con poco, con tu sonrisa, con tu cintura, con tu mirada. Y es tu recuerdo todo lo que guardo y lo que atesoraré siempre.
Caracas, 2018.