Era una mañana como cualquier otra de un caluroso mes de marzo, allí Evo reposaba en aquella cama de aquel viejo hospital. Era su tercer día de haber llegado a aquella habitación donde otros dos pacientes le hacían compañía. Había padecido de un fuerte dolor en una pierna días antes, hecho que lo llevó a estar hospitalizado por un corto tiempo. La tarde de aquel día varias personas realizaban su acostumbrada visita a uno de los pacientes de aquella habitación, dos damas, una joven adolescente y una señora de avanzada edad destacaban entre los visitantes. Ellos visitaban a Hugo, un familiar que yacía allí postrado, convaleciente de una penosa enfermedad. Evo sentía que las damas cuchicheaban cosas y lo miraban y que era posible que antes se hubiesen visto. Entre los visitante, una de las damas se quedó hasta el siguiente día para acompañar a aquel hombre gravemente enfermo y quien era su hermano. Una vez que el horario de visita llegaba a su fin, el silencio se hacía dueño de aquella habitación donde solo tres pacientes y un visitante se hacían compañía. La dama intentaba acomodarse en una silla de extensión cuando de repente Evo se le acerca para extenderle una almohada.
- Tenga Sra. La noche es larga y usted merece estar cómoda.
- Muchas gracias Sr. Usted es muy amable.
- Mi nombre es Evo, en un placer conocerle.
- Yo soy Leda, es un grato placer conocerle Sr. Evo.
De aquel primer saludo la conversación se fue haciendo cada vez más interesante, hasta el punto en que ya ni pensaban en dormir, sentados allí ambos se contaban sus vidas. Él la miraba fijamente mientras ella le describía los detalles de un pasado vivido en donde tal vez ellos pudieron haberse tropezado en su juventud. No obstante, parecían haberse encontrado en el mejor momento de sus vidas, cuando la madurez y la experiencia se funden en una cajita de saberes que cuando les llega el amor les da a la vida un toque especial.
Leda era una mujer viuda, con dos hijos ya adultos. Era una mujer, muy cuidada, educada y que demostraba con los hechos haber vivido, de carácter apacible y dulce. Sus ojos claros como su cabellera hacían juego con aquel rostro que se sonrojaba ante fuertes emociones. Evo, por su parte, era un hombre humilde, de piel canela, ojos pardos, de mirada triste y cabello ondulado.
Las risas y las miradas se hacían cada vez más intensas e imparables y ambos se esmeraban cada vez más en cuidar de que la noche no llegara a su final. En un pedazo de papel, ella le escribía algo que el miraba fijamente.
- En estas líneas quiero pedirle que me escriba, solo escribiéndome podría conocer más de mí. Me gusta leer es mi pasión y por lo que he visto de usted, se bien que sus palabras podrían decir más si ellas estuviesen sobre un papel. En tono suave, Leda exclamó.
-Le escribiré al salir de aquí Leda. Pero déjeme escribirle unas palabras para que no se sienta sola y me lleve con usted en su partida.
En aquel pedazo de papel Evo le escribió un poema cuyos versos parecieron haber dejado una sensible huella en el alma de aquella dama.
Bien temprano, en la mañana del día siguiente, dos jóvenes caballeros llegaron a la habitación y con ellos Leda salió.
A dos días después de la partida de Leda, Evo estaba mejor de su pierna y salía de aquel hospital, pero en su corazón algo no estaba bien. Estaba confundido, su alma y su corazón parecían no entender aquello. Un inefable amor le había tocado a las puertas de su corazón y le había dejado una profunda huella y un vacío al mismo tiempo. Su ausencia la fue llenando con poemas y más poemas que noche tras noche le escribía como queriendo a través de ellos atraerla nuevamente a su vida. Durante las noches, sentado en su balcón él escribía hojas y hojas desde versos, pareados, sonetos, prosas, todos dedicados a ella. Leda había despertado en Evo el poeta de su vida.
Dos semanas después de la muerte de Hugo, el hermano de Leda, Evo recibe aquella triste noticia. Hugo, había escrito muchos poemas y había dejado algunos escritos que jamás fueron publicados en vida. Como un homenaje a aquel gran hombre, Evo escribió una biografía donde hacía mención a su producción literaria y la misma fue publicada en una revista local de aquel pueblo.
Los días pasaban y Evo seguía sin saber de Leda. Durante las noches su pluma recorría papeles y papeles donde a través de prosas, versos y estrofas expresaba desde su corazón un sentimiento acompañado de metáforas y símiles, entre otras figuras literarias que hacían de aquello un testimonio escrito de algo que estaba naciendo. Al llegar la noche, Leda parecía llegar también. Ella se fue convirtiendo en un motivo cada vez más lleno de inspiración en aquel hombre y su pasión por escribirle fue despertando en él la manera de expresarse en poesía como nunca antes lo había vivido. La noche pertenecía a los poetas y él lo sabía.
Un día, tocan a su puerta, era una dama, quien ya Evo conocía. Era Cristina, hermana de Leda. Había leído aquel artículo alusivo a su hermano fallecido y quería agradecerle a Evo por aquel bello gesto. También traía una carta de Leda para Evo. En ella le expresaba sus deseos de verlo y las limitaciones que le habían impedido llegar hasta él.
Al día siguiente ambos Leda y Evo al fin logran reencontrarse. En un café de la ciudad donde Leda vivía. Allí conversaron varias horas mientras leían varios poemas que Evo le había escrito durante aquellos largos días sin saber el uno del otro.
Después de aquel día los encuentros fueron más frecuentes hasta el día en que Evo la visita en su estancia por primera vez. Allí tiene la oportunidad de conocer más de Leda y sus hijos quienes en un principio no aceptaban aquella relación.
- ¿Qué esperas de él mamá, solo porque escribe bonito?
- Él es la persona a quien quiero, y tengo derecho a mi felicidad.
Las visitas de Evo y los encuentros con Leda se fueron haciendo más seguidos y los mismos seguían estando acompañados de la poesía. Sus vidas habían cambiado, desde aquel primer encuentro en el viejo hospital. Ambos se leían en cada encuentro sus creaciones, el resultado de aquel amor que cada vez más se hacía más fuerte y profundo. Toda esta relación pronto fue logrando sus frutos y al cabo de varios meses ambos logran materializar el sueño de estar juntos y convivir junto a sus dos hijos por el resto de sus vidas.
En la transición hacia un periodo lluvioso, el calor aun presente sucumbe ante la llegada de las primeras precipitaciones en aquella noche y Leda junto a Evo no pierden esta oportunidad para sentir el petricor y vivir a plenitud aquella sensación inconfundible que desde el jardín embriaga aquella estancia. Juntos contemplan la noche mientras disfrutan una taza de té y escriben.
Leda y Evo, juntos con la poesía continuaron sus vidas entre papeles caminando uno al lado del otro. Y durante las noches sus creaciones siguen fortaleciendo y rejuveneciendo un amor que cada vez se aferra más a ellos como la hiedra en los muros de su jardín. En aquel jardín donde las mañanas daban fe de una vida entre de versos y prosas.
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