Concurso @Provenezuela 1: Los olvidados

Un, dos, tres. Plaf. Un, dos, tres. Plaf. Un, dos, tres. Plaf.

Qué vaina las goteras, chico. Ahora ya no puede caer una lloviznita porque se nos inunda la casa. Ahora me toca a mí sacar este charquero, sólo a mí… Comentaba repetitivamente en su mente un larguirucho y flacuchento señor que se encontraba sentado en una rígida silla de metal en la oscura sala de su hogar.

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Más que presa de la delgadez, la contextura del hombre rozaba el raquitismo. Chancletas marrones recompuestas con un fuerte nylon, pantalón negro raído y una franelilla blanca casi transparente, componían el melancólico retrato del señor, que respiraba acompasadamente mientras se mantenía sentado con los ojos cerrados, siempre en compañía de una densa soledad.

Parecía estático, inmerso en el recuerdo de una época que ya había quedado atrás hace mucho tiempo. Un suave tamborileo de su mano izquierda sobre el metálico brazo de la silla iba acorde al vaivén de las memorias de su mente. Una niña de largas trenzas marrones persiguiendo palomas en la Plaza Bolívar, sus zapatos de charol moviéndose al son de un conjunto de música criolla que tocaba sin cesar, y el montón de hojas verdes mezclándose con las florecitas amarillas, esas que sólo nacen en los árboles más especiales de marzo.

¡Carlota, muchacha! Cuidado y te caes. Gritaba una mujer robusta que los acompañaba. Carlota sí es tremenda, vale. Ya me veo curándole las rodillas por andar corriendo así, pensaba él, mientras el tamborileo de sus dedos en la silla se ralentizaba.

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Mientras se sumía en un profundo sueño colmado de hojas de altos árboles, trenzas de niñita, mujeres regordetas, hojas, trenzas, mujer, hojas, trenzas, mujer... y un particular petricor, producto del panorama exterior a su recuerdo, el señor siguió navegando en las viejas memorias que agrupaban a personas que, desde hace mucho, no veía. Ya dormitando, un inefable sentimiento lo embargó y dos perlas surcaron sus arrugadas y huesudas mejillas.

¡Carajo! ¿Cómo voy a curar a Carlota si ya se me fue? ¿Cómo voy a ir a la plaza si ya no tengo a quién llevar, si ya no hay nada allá, si toda esta vaina se murió?

Con una rabia que salía desde sus entrañas, el raquítico hombre despertó en llanto, con sus huesudos puños cerrados sobre sus ojos. En su cabeza ya no estaban los recuerdos de unos años coloridos y cálidos, ahora se agolpaban ante él remembranzas más recientes, más agobiantes, más dolorosas y certeras.

Una plaza repleta de cuerpos esparcidos por el suelo, arrastrándose cuál víboras entre los desperdicios, buscando siquiera una concha de plátano para masticar y saciar el doloroso ardor de sus, ya diminutos, estómagos.

¿Carlota? Ya ni sabía cómo lucía su niña, si estaba grande, si estaba viva. Sólo le quedaba la visión de ella, entre niña y mujer, cerrando la puerta de su vida junto a él, junto a su familia, junto a las calles de su triste y moribundo país.

Ahora él estaba sólo en una oscura casa que únicamente admitía la entrada de recuerdos, algunos cálidos, otros grises, otros negros, y otros que simplemente quería con todas sus fuerzas olvidar. Quizá uno de los más reacios a abandonar su memoria era el de aquel día en que, por falta de una pastillita, una cosita mínima, su mujer también lo abandonó para siempre.

viejito
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Qué vaina las goteras, chico. Ahora ya no puede caer una lloviznita porque se nos inunda la casa. Ahora me toca a mí sacar este charquero, sólo a mí…

Un, dos, tres. Plaf. Un, dos, tres. Plaf. Un, dos, tres. Plaf.

Este texto que hoy comparto con ustedes forma parte de mi participación en el concurso de @Provenezuela, en el que, en primer lugar, debía publicar una entrada en la que estuvieran presentes las palabras inefable y petricor

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En esta oportunidad decidí escribir un relato ficticio. A veces me pregunto qué pasará en mi país en unos meses o en unos años. ¿Y si la miseria nos ahoga y los que quedamos aquí somos olvidados? De esa cavilación nació este texto, espero que hayan disfrutado su lectura.

Como siempre, si tienen alguna opinión, no duden en dejarla en los comentarios, siempre me hace muy feliz leerlos :)

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Me gustó tu relato, María! Me gustó mucho como abres y como cierras. Muy bueno :)

Muchas gracias por tu comentario, Mae! Me alegra que te gustara :) Un abrazo!

Está muy bello este texto, conmovedor. Me gusta como escribes, hay una naturalidad casi familiar en el estilo que hace que quieras seguir leyendo :)

Qué lindo tu comentario, gracias. Me alegra muchísimo que te haya gustado el texto <3 Un abrazo!

Hermosa y conmovedora forma de relatar, cercana, cálida; no se puede parar de leer. Felicitaciones

Muchísimas gracias, me alegra leer tu comentario!

Que forma de relatar la historia tan envolvedora, me encanto la forma en la que te puedes llegar a conmover leyendo el post, éxito y suerte @mariaesperanzai

¡Muchísimas gracias por tu comentario Ulises! Me alegra que el relato te haya conmovido :)

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