30 de diciembre del 2019

La idea principal era tomar un boleto a Mérida para las celebraciones de año nuevo, ver a su bella madre, tomar con los viejos amigos y terminar comiendo y cantando con todos en espera del año nuevo. Sin embargo, la injusticia de su trabajo lo tiene hasta tarde tipeando códigos en el ordenador, los ojos cansados y el cuerpo encorvado; necesita un descanso, un café y un cigarro.

Va a la sala común; ahí yace el dormilón de Jared, la cafetera y una pizza fría, pero no, nada de cigarros; la mala costumbre de la nicotina para relajar su estrés y sus deseos frustrados.

Mira la hora 6:40 pm, realmente es temprano, sin embargo, estar tres días en un cubículo te carcome el sentido del tiempo.

Sale de la sala, tratando de estirar lo más que puede los músculos, escucha el crujir de sus articulaciones, mientras espera el ascensor. Antes, con menos pesadumbre hubiese bajado las escaleras con ímpetu, ansioso por dejar ese edificio a toda costa, ahora viendo que tendrá que regresar y terminar el trabajo que bien pudo hacerlo desde la comodidad de su hogar y el calor familiar, sinceramente ya no le quedan ganas de nada. Y es que su vida se ha visto reducido a una pantalla y cuatro paredes. Deplorable.

Llega el esperado ascensor y ya le rechinan los dientes, cierran las puertas en dirección a planta baja, sale del edificio, compra su vicio y camina sin un rumbo exacto. Los atardeceres siempre han sido de su gusto, rememora en su pasado, un tiempo donde su felicidad estaba en arreglar artefactos en un viejo taller de su difunto padre.

-Quien diría que el dinero valió más que mi felicidad- dice entre dientes, aspirando humo de ciudad.

Ha caminado más de lo que debería, no conoce bien las calles de una ciudad que no es la suya. Busca devolverse, van tres cigarros, perderse entre avenidas y callejones va bien para acompañar a los cigarros que faltan.

Ya está oscuro, no hay mucha gente a estas horas, escucha un jaleo a su derecha.

Son sombras contra sombras, un baile de balas y sangre que ve por el rabillo del ojo, se esconde sin negar que su curiosidad puede más que su amor por la vida. Se queda fisgoneando todo lo que puede la belicosa escena, pasan unos minutos de calma, se toma su tiempo para pensar, moverse o no moverse, quiere adentrarse en el hecho ocurrido como un niño inocente que ignora el peligro de tal acto.

Van 40 minutos de silencio, los ha contado mentalmente, no escucha murmullos ni alaridos de dolor; se envalentona y camina a la escena; Adrián tiene un pequeño caso de cleptomanía mezclado por su incesante curiosidad y falta de sentido común, comienza detallando lo que puede ver a simple vista, dos camionetas oscuras y varias armas de fuego, se acerca a detallar el armamento, busca cual le gusta más, sin importarle que su portador este en el suelo sin alma.

La limpia lo más que puede con jirones de ropa que se consigue, se acerca tranquilamente a la camioneta, ya no está deprimido ni hastiado, se encuentra en su zona, en su depravante gusto por lo nuevo y desconocido.

Posteriormente se acerca a la camioneta, yace semi abierta por lo que concluye que la lucha ha sido por causa y obra de lo que esta contiene...maletas, cientos de estas apiladas una sobre otra.

Podrían haber sido drogas, armas, dinero, o algo de mucho valor, en vez de eso fueron superfluos trajes, se sentía todo muy banal, hasta jocoso se podría decir, morir por un pedazo de tela, se rio para sus adentros. Enseguida una curiosidad más grande por saber el valor de tales trajes y justificar lo antes sucedido invadió su mente, por lo que decidió tomar algunos para investigar más a profundidad en otro lugar.

Tomo 4 maletas y sus otras adquisiciones, se alegraba de tener un cuerpo fuerte y ágil, el cual mantenía con ejercicio y dieta, aunque no era tan necesario debido a su buen abolengo. La tela que uso para limpiar y no dejar evidencia la quemo con su fiel yesquero, dejando que las cenizas y el residuo cayeran por las alcantarillas.

Y así como si nada volvió a caminar buscando algún rumbo que lo llevara a su apartamento; el trabajo podía esperar, su mamá podía esperar... Esperaba que valieran lo suficiente como para venderlo en el mercado negro y decirle adiós a su horrible cubículo.

Después de algunos traspiés, llego a su morada, se llenó de café y guardo todo cuidadosamente en el ducto de ventilación, pensándolo mejor, se dijo que al menos debía esperar tres meses para poder vender sus adquisiciones con más calma. Volvió a salir arrastrando sus pies con desgana en dirección al trabajo, le dolía la cabeza y deseaba terminar los códigos para pasar el año nuevo en la laguna de la inconsciencia abrazado por su cama.

Ignorando todo lo de ayer por la noche espero el bus con calma.

Ignorando que después de él llegaron silenciosamente a limpiar el escenario.

Ignorando que sabían lo que se había perdido e irían por él.

Ignorando todo esto, volvió a tipear en su cubículo, lleno de café y ojeras.

Frente a la llegada de la nueva era, Robert se desplaza por el séptimo punto que dictan las pistas... y nada. Quien robo los implementos ha sido un pillo dejando pistas falsas, y quedando 5 horas para el juicio, preferiría estar entrenando en la seguridad de su fortaleza.

Que son 4 trajes, bah podrían hacer 20 en una semana si quisieran-dice para sus adentros.

Muy cerca de ahí, Adrián se siente tranquilo de ver su trabajo terminado; Jennifer junto con Jared lo invitan a ir al Times Square y ver la bajada de la famosa bola, no estaba para nada interesado, no obstante, sabía que ya para ese momento lo debían estar buscando y el picor alarmante de que fueran a por el en el apartamento, lo hizo decidir en ir. Primeramente, los invito a su hogar con la idea de asearse en la compañía de rehenes de ser necesario, les invito un refrigerio y los dejo jugando con su Xbox, la tranquilidad e ignorancia de ambos por lo que él había hecho horas atrás lo calmaba; entretanto su curiosidad volvió, saco uno de los maletines, tomo el traje y se lo coloco, la tela era suave y gruesa, contorneaba perfectamente cada espacio de su cuerpo.

Encima de este, se colocó sus vestimenta de siempre, pensó en mejores lugares para ocultar su tesoro; un sitio desolado y totalmente desconectado a él; no se le ocurría nada, el sueño acumulado no estaba ayudando.

El toc-toc de su puerta lo saco de sus pensamientos, lo llaman para que se apresure y sale aletargado del cuarto.

Llegan a la fiesta, hay champagne, comida y alegría, el calor que emanaba de tal cantidad de personas lo disgustaba, el calor y él nunca fueron buenos amigos, bebe un poco más y trata de pasarlo bien, sus compañeros lo distraen manteniendo conversaciones graciosas sobre su jefe y sus problemas maritales.

Comienza el conteo en reversa.

4

3

2...El petricor en su nariz le susurra que 2020 ha llegado, tomado de la mano con millones de personas en algarabía.

1 de Enero del 2020