MARIPOSAS EN LA VENTANA (cuento)

in #provenezuela6 years ago (edited)

MARIPOSAS EN LA VENTANA

Era 1985. La radio sonaba desde la cocina hasta los recónditos más ahogados y silentes del resto de la casa. Cyndi Lauper cantaba «true colors» , una canción con una melodía que terminaba otorgándole las últimas pinceladas al ambiente y a la escena de aquel día de junio, cuál música de fondo sacada de una película romántica o de drama de la época.

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     Como algo religioso, más que tradicional, en casa de mis padres solíamos pasar los fines de semana en familia. La comida era el pretexto perfecto para reunir a hermanos, primos, tíos, sobrinos, ahijados, amigos y algunos vecinos con el fin de conversar, fraternizar, acercar nuestras vidas y afianzar nuestro vínculo ante cualquier evento o circunstancia. Sí, éramos una familia sustancialmente unida que en un abrir y cerrar de ojos evolucionaba, crecía y agregaba nuevas historias a nuestra mesa y a nuestro día a día.

     Indubitablemente éramos gente curtida en principios y valores, amasada por la unión más que por el individualismo. Cuando alguno caía, el resto acudía a ayudar; y cuando alguien tenía éxito en algo se ofrendaba un total sentimiento de orgullo. Todos nos apoyábamos en los buenos y malos tiempos, en la felicidad y en la tristeza, en la salud y en la enfermedad. Manteníamos una relación consagrada esencialmente en el amor incondicional, en el respeto mutuo y en la solidaridad necesaria.

     La alegría era una característica que se acentuaba en el rostro de la familia a la que pertenecía; bromeábamos, reíamos, memorábamos, contábamos anécdotas, exagerábamos historias, jugábamos a los refranes, al mejor cuento, a los trabalenguas: en todo esto era difícil ver a alguien triste o cabizbajo o frustrado o perdido o solitario. No cabe duda que el alma de las criaturas algunas veces suele tocar fondo, porque todos tocamos fondo, pero, basta con la sonrisa plácida de un hijo, con la palmada en el hombro de un padre, con el consejo oportuno de una madre, con el beso dulce de una esposa, con las palabras cálidas de un amigo y hasta con el saludo cortés de un extraño en la calle para comprender que siempre habrá agua fresca en el camino que calmará nuestra sed a pesar de las dificultades.

      Ya casi todo estaba listo para el festín de aquel domingo. La alargada mesa de madera en el patio estaba, de extremo a extremo, adornada con comida de distintos colores que habían traído todos de sus casas. Mamá me pidió ayudarla a traer algunos utensilios para completar la mesa mientras ella terminaba el pastel de chocolate que le había preparado a Lucia, mi hermana, por su cumpleaños. Cuando justo íbamos de regreso algo inesperado ocurrió ante mis ojos y los del resto: mi madre se desplomó. Tras aquella escena todos corrieron a auxiliarla y yo me paralicé. Algunos entraron en un estado de desesperación y yo no pude mover un músculo, otros lloraban al ver que mamá no reaccionaba y yo solo pensé que todo aquello era producto de una pesadilla de la que pronto despertaría. Pero no, no era una pesadilla, ni siquiera un sueño, era algo que estaba sucediendo allí frente a todos. Terminé reaccionando después de que alguien me abofeteara y me exhortara encender el carro. La llevamos al hospital.

     Un rato más tarde la reunión se trasladó en pleno a la sala de espera en la emergencia del hospital. Mi madre llegó inconsciente y casi sin signos vitales. La alegría había desaparecido de nuestros rostros. El silencio consumió la estancia. Nadie decía nada, no se escuchaba nada; sólo el bombeo que emitían nuestros corazones trabados en la garganta y repletos de incertidumbre. Vi a mi padre en un rincón como jamás lo había visto: aislado, pensativo y preocupado. Algunos se acercaron a hablarle pero él no dijo nada, no tenía nada qué decir. Lo único que quería era ver a su esposa, que le dijeran que estaba bien, abrazarla y volver a casa con ella. Lo que yo sentía era algo parecido.

     Después de una hora apareció el médico, el portador de las buenas y malas noticias, para decir lo que teníamos que escuchar. Desafortunadamente la noticia que traía era una mezcla de respuestas buenas y malas, pero nada alentadoras: está viva pero no está bien. Explicó que tras los exámenes encontraron un coágulo de sangre en su cerebro, lo que lo hizo colapsar, que había caído en coma y que debíamos prepararnos para la peor parte.

     Las lágrimas y el dolor no se hicieron esperar. Nadie terminaba de asimilar lo sucedido. Nos juntamos en un círculo alrededor de papá, nos abrazamos y lloramos hasta desahogarnos, hasta quedarnos más vacíos de lo que ya nos sentíamos. De inmediato una pregunta surgió en mi mente: ¿qué haríamos sin mi madre, si ella era el combustible que ponía en marcha nuestras vidas, si ella era quien mantenía el orden en nuestro caos y quien alentaba nuestro espíritu cuando nos sentíamos derrotados? Seguramente ella habría dicho "continuar; sólo deben continuar".

     Habían pasado dos semanas y media. Todos hacíamos turnos para cuidar a mamá. Papá se quedaba por las noches; el resto, la familia y los amigos, compartíamos diferentes horas durante el día. A mí me tocó quedarme una tarde con ella. Preferiría no recordar el momento pero es inevitable. Afuera el cielo estaba despejado y la temperatura era fresca; adentro el silencio era envolvente y las paredes tristes y vacías. Fui hasta la ventana y aparté la cortina para que entrara un poco de luz. Me senté en un sillón junto a la cama, miré a mi madre y le tomé la mano. Pensé. Pensé en lo hermosa que se veía, en si lograría salir del coma. Pensé. Pensé en el tiempo que reíamos juntos por mis tonterías y las suyas, en los momentos que le hacía compañía en la cocina mientras preparaba un postre y escuchaba música en su estación de radio favorita. Pensé. Pensé en Dios, en si él tendría la benevolencia de regresar a mi madre con su familia o si decidiría al fin y al cabo quitárnosla. De pronto lancé mi mirada hacia la ventana y miré a un grupo de mariposas revoloteando en el cristal; acto seguido, la mano de mi madre apretó la mía, me sorprendí. Tenía los ojos abiertos, me miró fijamente como yo a ella. No supe que hacer, intenté llamar a alguien pero me lo impidió. Me atrajo hacia ella, quería decirme algo, me acerqué y me susurró al oído tal vez lo último que quería decir: dile a tu padre que lo amo, a tu hermana que no se culpe, a la familia que se mantenga y para ti... gracias por estar donde siempre debiste estar.

     Tras sus palabras su mano perdió fuerza sobre la mía, miré de nuevo a la ventana y las mariposas ya no estaban. Mi madre tampoco estaba, se había ido con ellas. Lloré durante unos largos minutos antes de avisarle a la enfermera y llamar a mi padre.

     Después de decirle adiós a mi madre todos nos fuimos a casa. Pasamos directo al patio. Hubo algunos minutos de silencio. Alguien murmuró un "tengo hambre" y otros lo secundaron. Se miraron y tuvieron una idea: hacer una rica comida en honor a la esposa, a la madre, a la hermana, a la tía, a la amiga, a la mujer a la que jamás olvidarían. Y volvieron a sonreír. Volvimos a sonreír.

      Moraleja: La muerte no es el final del camino, sino otro paso a la eternidad. Siembra amor y serás recordado; siembra odio y hasta tus huesos serán borrados.
Sort:  

Dios...esto es una historia real de tu vida? cuando comencé a leerla me transporté a esos momentos familiares que tuve cuando podía tener cerca a toda mi familia..me atrapó tu historia de inicio a fin... hasta en mis huesos se colaron tus letras por tan conmovedora historia. También coincido que la muerte no es el final de este camino y mira que siempre he tenido deseos de saber qué sigue.... cuando este camino se repite como un disco rayado. Por supuesto que el mejor legado que podemos dejar, son: el amor y nuestras acciones, y cada huella que hayamos podido marcar para bien en otros....hermoso todo lo que aquí compartes, y el dibujo....magnífico sin lugar a dudas. Un abrazo.

@carolinaidrogo, no es una historia que corresponda a mi vida personal, pero podría serla para alguien más. Y si, la historia te transporta a esa época a través de una retrospección introspectiva. Me alegra que te haya atrapado de principio a fin. A mí me atrapó mientras la escribía.

Hermoso y conmovedor relato....te felicito

Triste. Es interesante todo lo que puedes crear solo partiendo de un titulo, muy buena historia como siempre, bastante acertado a este día ese final donde se honra la vida de una mujer.

Muy perceptiva, @nakary. Y ciertamente oportuna la historia para hacerle honor a la mujer. Cuando escribía el final relacioné la historia con esta fecha memorable. Mis felicitaciones para ti y tu madre.

Llore... Me recordó mucho a mi mamá. Mientras lo leía me sentí dentro del cuento y era como si yo estuviera allí viendo, oliendo los aromas de la cocina, viendo a la matrona eje central de esta historia tan emotiva, escuchando las risas y el correteo de los niños por la casa. Que manera de relatar una historia y hacernos participe de ella. Me dejaste lágrimas en los ojos, pero lo que mas me llamo la atensión fue las mariposas revoloteando en el cristal.

@mariqyes, imagino que en algún momento de nuestra vida hallaremos historias que nos harán enjuagar el alma (llorar); he allí el acto más sublime que nos hace sentirnos humanos de carne y huesos. Me alegra que esta historia, aunque llena de matices tristes y alegres, te haya alcanazado. Gracias por leerme una vez más. Espero que la siguiente sea mucho mejor.

Como siempre caballero, usted, sorprendiéndonos con sus historias inefables.

Un honor yuxtapuesto a un sincero agradecimiento porque ustedes, @provenezuela, hayan leído esta historia que hasta a mí mismo me deja sin palabras. Espero continuar llegando a esos espacios "inefables" de su consciencia y corazón.

Saludos, gracias por compartir tu relato, es inevitable no derramar mis lágrimas al leer tu historia, en éstos momentos paso por la triste tarea de aceptar que mi papá está muriendo de cáncer, aún no lo asimilo, pero así como tu dices será un paso a la eternidad y con fe en Dios que irá de su mano.

@artemacarre, lamento por lo que estás pasando con tu padre. Es triste vivir y superar una pérdida de un ser querido y amado. Desafortumadamente todos hemos perdido a alguien alguna vez, y seguramente perderémos a otros. Pero la mejor forma de mantenerlos con vida es recordándolos. Jamás olvidemos de dónde venimos y hacia donde vamos nosotros también. Te dejo un abrazo de apoyo porque sé que en este momento lo necesitas como muchos otros seguramente. Fuerza y fe. Un amigo incondicional.

Muchas gracias e igualmente una amiga, si gustas me sigues yo ya te sigo.

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