💖 #SueñosDevueltos-Dindim 🐧: el pingüino fiel.
Cuando pensamos en hombres y aves, tal vez se nos vengan a la mente historias fantásticas como las de Ícaro o los superhéroes voladores, o quizás la invención del avión... A este recuento se le unirá, sí o sí, la inusual fusión de un pingüino de Magallanes y un anciano.
Después de investigar y leer tal hecho, sabemos que la audiencia notará dos cosas: los mejores equipos pueden surgir de catástrofes y no siempre sus integrantes deben ser siquiera remotamente parecidos.
Analicemos algo sobre los protagonistas de este miércoles: los pingüinos son conocidos tanto por su ternura como por su torpeza al andar; no pueden volar, pero son excelentes nadadores y unos ejemplares padres. Por otra parte, los humanos de la tercera edad suelen tener fama de huraños, quejumbrosos y cascarrabias. Si intentamos unir un animalito rechoncho y un viejo pensionista, probablemente estemos describiendo, a grandes rasgos, la próxima película de comedia de algún director promedio. Nada notable. Nada que merezca una estatuilla... El detalle es que no nos referimos a cualquier pingüino y cualquier anciano; redactamos sobre Dindim y Joao Pereira de Souza.
Un día Dindim, como se le llamaría luego, estuvo muy cerca de la muerte. Agonizando entre las rocas de una playa brasileña y lleno de crudo, las esperanzas de supervivencia de este pequeño se eclipsaban. Joao, a pesar de sus 71 años, fue su luz y salvador, pues lo llevó a su casa para limpiarle y ayudarle a sanar durante una semana completa... Bonito final, ¿no? Esperen. Hay una segunda parte.
Pereira, responsablemente, devolvió a su huésped al agua, donde creyó que chapotearía hasta la esperable separación de sus vidas. Sin embargo, no pasó así... Dindim volvió a la playa de su rescate, y regresó para quedarse casi todos los meses desde hace más de cinco años. Se convirtió en el compañero de aventuras de Joao. Solamente se despega de él cuando debe viajar a reproducirse. Terminada la faena, Dindim nada nuevamente a los brazos de su amigo.
No es invento ni exageración. Muchos apuntarán que la razón de esta conducta es mero instinto animal. No lo podemos descifrar ni queremos evaluar las implicaciones biológicas al respecto. Lo que sí deseamos resaltar es cómo el poder del amor y servicio a las criaturas vivientes potencia la felicidad y proporciona un sentido más complejo a la existencia en el planeta... No hay más que indagar. Esto es digno de un aplauso, una sonrisa y un recuerdo. La humanidad no está perdida.