#DomingoParanormal 💀| Un empleo que salió mal. 🔪

Vicente asumió diversos trabajos en Ecuador hasta dar con el correcto: pasó de jardinero a lavaplatos, de mesero a mecánico, de albañil a heladero... hasta que, gracias a la recomendación de un amigo que también había emigrado, se postuló para el puesto de vigilante en un edificio de la ciudad de Quito, la capital ecuatoriana. Las condiciones laborales eran justas, el ambiente cómodo y el salario mucho más alto que los demás empleos, especialmente si se ofrecía para cubrir la guardia nocturna.

Con uniforme, llaves, linterna y garrote en mano, Vicente, elegido entre varios candidatos, comenzó su nueva travesía como vigilante nocturno del edificio. Trabajaba de siete de la noche a siete de la mañana. Contaba, además, con un pequeño cuarto donde guardaba sus cosas, tenía acceso a las cámaras de seguridad y podía autorizar el paso de los propietarios al estacionamiento. Realmente él estaba feliz y emocionado con su puesto; siempre se mostró responsable y amable, y los vecinos fueron tomándole cariño por eso. Se ganó el aprecio de esas personas, en su mayoría de gran poder económico, y este punto lo tomó como un logro personal.

Una madrugada, mientras estaba viendo las cámaras de seguridad desde el cuarto, notó que alguien o algo tocó el vidrio de la ventanilla de la cabina de vigilancia. Se asomó, apuntó con la linterna y parecía ser solamente cuestión del viento, pues no había ningún individuo o animal cerca. El ruido en el vidrio se repitió en varias oportunidades, pero cada madrugada era más fuerte.

De golpeteo en golpeteo, Vicente aseguró que una sombra estaba asomándose por la ventanilla, como si lo observara, y eso lo llenó de muchísimo miedo. Nada lógicamente posible podría recrear o imitar ese patrón sombrío, y mucho menos a esa hora.

Tomó el radiorreceptor para comunicarse con el vigilante nocturno de la otra torre del edificio y reportar la irregularidad. El sujeto atendió a su llamado y dijo que también había percibido ruidos raros de ese lado, pero, a los segundos, dejó de responder. Lo encontraron con unas tijeras enterradas en el cuello; estaba sentado, muerto, con los ojos y boca abiertos, en su silla de vigilancia. Las cámaras de seguridad cercanas no registraron ninguna actividad sospechosa en el área ni la presencia de un presunto culpable. En las tijeras nunca aparecieron huellas dactilares o muestras de ADN.

Vicente abandonó su trabajo después del hecho y ahora mismo, cerca de tres años del horrible suceso, sigue asistiendo a terapia psicológica y psiquiátrica. Desarrolló estrés postraumático, parálisis del sueño, crisis de pánico, alucinaciones y miedo irracional a las sombras, justificadas o producidas por su imaginación.

Basado en hechos reales.

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