Política exterior básica

Todavía hay quienes creen que el padre de México es Estados Unidos y que, por lo tanto, cualquier decisión o postura de política exterior de ese país debe ser acatada como una orden. ¿Dije «padre»? Debí decir: «amo», porque así lo aceptan de facto unas cuantas mentes mediocres.

Estas personas, un tanto sensibles por cierto, se indignan ahora cuando el Gobierno mexicano decide no firmar el acuerdo del Grupo de Lima que condena el nuevo mandato de Nicolás Maduro en Venezuela. Como si suficientes problemas no tuviera México para querer inmiscuirse en los de otras naciones. ¿Que la situación en ese país en muchos aspectos es crítica? Bien, hay que saber por qué y cómo resolverla, pero en paz, lo cual solo tiene lugar desde el diálogo y la confrontación de ideas. (La resolución «democrática» al estilo gringo es un tanto... bruta.)

Desde luego, quien lo quiera discutir, que se enfrente a la Constitución Mexicana y al sentido común. El principio de no intervención y el respeto a la libre determinación de los pueblos es un altar olvidado del templo de la política actual de muchos países, lamentablemente. Qué bueno que perviva en la Carta Magna de una nación, y qué bueno que haya quien se preocupe por hacer cumplir la ley.

Hoy, en su conferencia de prensa matutina, el presidente de México, Andrés Manuel, ha dado una lección de política exterior a quienes creen que son buenas personas solo por fijarse en las pajas del ojo ajeno y condenar a otros (pajas es lo que sucede en sus cabezas). Que sus compasivos y altruistas tuits los salven, y que sus intelfones les concedan un poquito de inteligencia artificial. Amén.

Fuente: Yomare