Votar o no votar: el falso dilema de la oposición . Análisis descarnado de la realidad venezolana

in #politics6 years ago (edited)

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En estos momentos, pareciera que el dilema de los venezolanos opuestos a Maduro y sus cómplices en el poder es participar o no en unas elecciones que aquellos han adelantado de manera arbitraria para el próximo 22 de abril, en condiciones ya acostumbradas de ventajismo.

Pero cuando se acerca uno a esta cuestión nos parece que se trata de un falso dilema. Tales comicios, para empezar, son absolutamente ilegales: están convocados por una instancia a su vez ilegal, la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) que, en cualquier caso, no tendría tal facultad; la fecha está fraudulentamente adelantada, dado que corresponderían, según la Constitución, a diciembre de este año. Y, además, el árbitro está total y visiblemente parcializado.

Sin embargo, más allá del desbaratado orden jurídico, también son una realidad fáctica, insoslayable, y tendrían una consecuencia: le darían a Maduro y a sus cómplices un nuevo período de gobierno; es decir, 6 largos años más. ¿Cómo soportar durante este tiempo a un régimen castrado para resolver los problemas que creó y, en general, con un país sin condiciones para la vida humana?

Ante tan desalentador panorama por delante cualquiera de las dos decisiones resultarían sumamente comprometedoras y diría que mortales para el liderazgo que siquiera las proponga. Para visualizar qué tanto, hagamos primero un ejercicio retórico: recorramos las dos posibilidades.

Participar en la contienda con las actuales condiciones tendría que ser en el convencimiento pragmático de que muy probablemente se saldrá derrotado y que, no obstante, esto servirá para desplazar al régimen. Y esta evidente contradicción, aunque políticamente explicable, añade mayor dificultad al liderazgo opositor, que debe levantar su mayor caudal de votos desde la desidia, el desencanto, el desinterés y el éxodo de los electores, sobre todo en un cortísimo tiempo que, como jugador tramposo, ha impuesto el gobierno, el que incluso ilegalizó a dos partidos de los de mayor capacidad de movilización, Voluntad popular (VP) y Primero Justicia (PJ). Imposible olvidar que las organizaciones partidistas venezolanas tienen el apoyo de un porcentaje limitado del electorado opositor; y que este solo se unifica ante la posibilidad de un cambio.

Aparte de esto, la situación de pobreza expandida en el territorio nacional hace cuesta arriba la participación de los electores: cada quien debe esforzarse para poder alimentarse junto a su familia, una tarea cada día más ardua, debido, entre otras causas, a la creciente escasez de productos y del dinero en efectivo, amén de un servicio de Internet severamente deficiente que hace lentísimo el pago electrónico. Además, los servicios públicos vitales para una participación masiva, como el transporte, están casi completamente colapsados. Y todo eso contando que pueda haber recursos para los grandes gastos que siempre generan una campaña y la logística del día de elecciones.

En fin, aún si logra despertar el interés por ir a votar en un electorado desencantado y profundamente desconfiado del árbitro, la oposición enfrentaría muchas otras dificultades para lograr un triunfo holgado, tanto como el que lleva aparejada la expresión “voto masivo mata trampa”, que algunos opositores aún enarbolan como posibilidad cierta.

Después está el problema de que las elecciones, de darse en abril, están adelantadas, como ya dijimos, ilegalmente. Pero, si las perdiese, el Pranato argüirá que el actual período presidencial vence en diciembre. Con lo cual pretenderá quedarse durante ese tiempo, en el que, seguramente, procreará otra argucia para no entregar el poder. No se puede dejar de lado que el TSJ actual, secuestrado como está, elaborará cualquier sentencia que le ordene Maduro para crear otra situación fáctica a su favor.

En cuanto a no asistir, hay más razones para ello que para hacerlo. Empezando por la ilegalidad y arbitrariedad de la convocatoria y siguiendo con las trampas ya denunciadas por la MUD en las elecciones de Gobernadores (cambiar de circunscripción a votantes sin avisar; no remplazar las máquinas que se averían en plena votación; entre las muchas otras que han ido perfeccionando) y aun del aprovechamiento acostumbrado de los recursos públicos, como vehículos, empleados y obreros, aparte del chantaje y control aplicados a estos mediante el llamado Carnet de la Patria.

Los argumentos para ir a votar a pesar de todo lucen ya gastados. “No podemos entregar el voto”, se dice. Pero más entreguismo podría ser intentar elegir al Presidente de la República sin condiciones de imparcialidad ni claridad y sin disimulo del ventajismo.

Para otros, votar provocaría que el régimen se desenmascare aún más –cuestión que, en lo personal, creo inútil, pues ya no hay máscara que lo oculte— y se logren nuevas coyunturas propicias a un cambio. En otras palabras, hay quienes siguen creyendo que participar provocará un evento inesperado que voltee la situación, cuestión que no tiene asidero. Se basa, por cierto, en la esencia de la Política: el respeto y acatamiento a las leyes y a la moral. Se sigue ignorando la esencia anti política de un régimen que utiliza las leyes a su favor pero que no las obedece si estas contravienen sus designios y que se burla de la moral.

El miedo de no ir a votar para muchos es que Maduro volvería a elegirse. Mas, aunque con esto sigue y hasta empeora la situación de extrema emergencia del país, no atornilla a Maduro ni le proporciona legitimidad. Lo dejaría aún más aislado, dado que la mayoría de gobiernos no reconocen esas elecciones.

Para ir concluyendo, votar o no votar es un falso dilema, pues al constatar la realidad de que no hay condiciones para ejercer el derecho de elegir en libertad, el segundo término se hace de obvio seguimiento. Además, en ningún caso se termina el problema. La necesidad de subsistir para millones de personas continuará, votando o no. Hacerlo sin unas mínimas garantías de imparcialidad, como creen muchos dirigentes (me temo que demasiados), sería posiblemente el camino más corto para terminar de destruir la esperanza que queda en la población de salir de la “pesadilla” roja por la vía electoral, aumentaría el éxodo y, aunque no le daría legitimidad al Pranato criminal, terminaría de arruinar tanto la creencia en el voto, las posibilidades del liderazgo opositor y aún podría mermar el apoyo de la comunidad internacional.

Es hora de asumir la naturaleza delincuencial de un régimen militarista en el que tienen vara alta variados y oscuros intereses, muy dispuestos a seguir exterminando a la población venezolana para no abandonar el poder: el régimen castrista, necesitado de los despojos de Venezuela por hayarse interrumpidos sus planes de ir hacia el franco capitalismo debido al “nacionalismo” económico de Trump; el narcotráfico internacional, que tiene al país como un paso seguro y de conveniente situación geográfica para su producto; China y Rusia, detrás de los minerales estratégicos de Guayana. Con semejantes intereses detrás de Maduro y sus cómplices, asustados por las consecuencias de sus crímenes, pensar en participar con alguna posibilidad de ganar y cobrar, a pesar de unas condiciones previamente montadas para lo contrario, no es que lo parece, es un sueño de colegial.

Como siempre me preguntarán cuál sería mi propuesta, como se acostumbra cuando nuestra opinión se aleja del optimismo ingenuo, repetiré que la misma de siempre: la organización y unidad de todos los factores nacionales dispuestos a participar hasta extenderla a la población en torno a una causa que ha sido común en todos los pueblos alguna vez: luchar, sin límites de tiempo, hasta lograr elecciones libres y fiscalizadas por autoridades de organismos mundiales. Y para ello hay algunas ventajas, como el firme rechazo hacia el régimen por parte de la comunidad internacional y, sobre todo, el enorme descontento poblacional por un gobierno que desde hace años resulta inadecuado para la existencia.

A los partidos, ya se sabe, esta les resulta una ruta ardua, poco grata para sus focalizados intereses. Por eso la han soslayado. Y por eso mismo ahora hay que empezar a hacer lo que no se ha hecho en tanto tiempo.

venezolanos en fuga
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Sort:  

No votes, es inutil, es un fraude.
si votas en unas elecciones ilegales, votar es ilegal. Ahora las leyes no están fundadas en moral. Las leyes son una imitación de la moral y ética. Y muchas leyes son totalmente inmorales.
Leyes. Moral. Justicia.

Amigo @joseortiz: la verdad es que no es sencilla la decisión, de eso estoy consciente. Yo no creo en votar en esas condiciones y con ese árbitro, el CNE actual; pero no votar sin más, sin una protesta bien planteada, es dejarle el camino abierto a los asesinos de Venezuela. Creo más bien en la protesta para reclamar elecciones justas. Si se levanta con fuerza este reclamo en la calle, es otra cosa. Ellos preparando elecciones y nosotros denunciando que tales elecciones no son justas. Sería una buena forma de desplazar el acto comicial tramposo del Gobierno a un reclamo democrático popular.

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