La verdad no es tan fácil de contar, aunque tampoco es fácil de ocultar. La verdad nos duele, y nos condena. Nos hace marionetas de un destino impredecible.

¿Quién nos cuenta la verdad? ¿Cómo creerla cuando no estamos seguros de ella? Pues en la vida nos encontramos con tantas mentiras, que hace a la verdad inconcebible.

¿Por qué nos cuesta tanto? ¿Por qué herimos con ella? Suponemos que la verdad es fácil de oír, de entender. Sin embargo, mentimos con tanta frecuencia que la verdad se vuelve parte de ella.

La mentira, la verdad… ¿Cómo distinguirlas? ¿Cómo saber cuando no se sabe nada? ¿Cómo entender lo inentendible? Seguimos creando un círculo vicioso, una red que nos mantiene atrapados.

Somos el cardumen que la red atrapa. Somos la jauría de perros salvajes que el cazador furtivo caza. Somos el uno que daña a muchos. Pero también somos los muchos que dañamos a uno. ¿Quiénes somos entonces?

La verdad no nos libera. La verdad nos hace enfrentarnos al mundo, nos hace ser cobardes, nos hace ser valientes, nos hace conocer el daño que si para uno es duro, para los demás lo hace peor. La verdad electrifica, alegra, hiere, sorprende…