El tiempo entre suspiros

 Ah

Veces

Creo que me hacías feliz;

a veces lo hacías,

o a veces lo creo.

Ignórame cuando te pido

-en silencio-

que salgas

de mi vida

o de la tuya

para meterte de lleno en la mía.

Incómodo -dijiste,

pero, ¿acaso no es la comodidad el peor enemigo de la pasión?

Me gusta estar contigo,

sí, me gusta(s)

a veces, creo.

Ah

Veces creí perderte, y sólo estabas dormido.

Conmigo, destapado

vulnerable e invencible.

Recuerdo que te costaba respirar

y yo apoyaba mi pierna izquierda en tu rodilla.

Sí, decías odiarme,

pero no era eso.

Corrías y té.

Té. Te. Tú.

¿Por qué tan verdes?

Nunca lo supe, y habrá otras.

Fúndelas en mí,

en mis otros-

recuerdos.

Modifica, mejora, innova.

Música del eco de tus pestañas;

vuelve a esconder mi miedo en tus clavículas,

espera a que me duerma y abrázame desnudo.

Seamos uno sin

-otra vez-

perder la individualidad que lo causa.

Hay razones enterradas en rendijas de una casa en ruinas

y personas rescatadas que mueren en tinta que ya no dice nada.

Fotos sin marco. Fotos perdidas. Sin dedicatoria. Nada.

Volvería para verte,

pero tengo miedo de mirarte y que te hayas ido.

¿Tus clavículas? Nada.

Más besos en la frente mientras me hago la dormida.

Te ibas,

pero nunca de puntillas.

Y tal vez fue por ello,

porque nunca paraste el tiempo.

Y me ahogaba de risa, y a veces.

Ah

veces sí,

a veces echo de menos el tiritar de tus huesos en el

río;

porque hace mucho tiempo que sólo lloro así.

Otro barco, mismos remos.

Lo sé, lo sabes-

Ignorantes.

Nada.

Nada encaja más con las cicatrices de mis muñecas

que las ganas de vivir que transmite tu ropa en el suelo

y tus ojos en el cielo.