Todas esas Muertes

¡Qué pasión iluminada se levanta desde el suelo!
¡Qué destello de voces salta de mi mente y me hace temblar!
La noche arropa los cautivos y los hace salir de los subterfugios.
La muerte sostiene a los vivos en expectación,
y todos, todos queremos ser los mismos,
Con tus aspiraciones que no traen consecuencia.
De los harapientos vestidos de los rechazados,
a los acicalados trapos de los aprobados.
Se recorren los senderos con la delicadeza que determinan
las ideas.

Caminamos con la pretenciosidad de ser auténticos.
Me escondo, solo y detenido en el tiempo que me regala el destino,
entre sus alas me arropa el calor diurno,
igual que a aquellos más pudientes
y con la misma sensación de los más pobres.
¿Qué pensamiento tan vil nos hizo desquiciarnos?
¿Qué sentimiento mezquino arropó las decisiones con
tanta argucia?
El hombre se miente y muere con la ironía que le proporciona
la vida.
A la final todos queremos ser algo y eso nos convierte en seres.

Las voces, los lamentos, los excluidos, los perdedores…
Las fronteras, los elegidos, el pérfido amor y los contribuyentes,
el color del sol y el olor de la lluvia, los disparos,
la muerte y todos sus muertos
Tus anales llenos de malos recuerdos,
tus almanaques llenos de decepción.
Vuelan los aprendices, caen los expertos…
inertes, irreflexivos, decepcionados… condenados.
Como transeúntes erráticos se desplazan por tus hangares.
En ellos rieron, bebieron
y se divirtieron con tus palabras enjundiosas.
De tus chistes salieron cautivados…
Hoy, hoy ellos no te toleran.,
no te desean y desprecian tus adelantos.

Bajo esas promesas se contruyeron tus logros…
así se consumarán sus designios.

Ahora con una sola realidad que desdibuja el paraíso,
nos somete y cambia la naturaleza.

La mañana se levanta con el sol tibio a sus espaldas
y la energía se desprende sobre nuestras pieles,
con toda la narración épica de los héroes:
“Ninguno ha logrado algo por nosotros”.
Fueron ellos los que ganaron.
Han sido ellos los privilegiados con sus engaños,
sólo nos hacen sentir parte de su triunfo con sus objetivos.
De una simple cultura hasta el más astuto que se aprovechó,
desde los bosques que perdimos hasta las ciudades que obtuvimos.
La noche cae con la luna y las estrellas en su haber distinto,
y con toda la pasión sobre nuestras cabezas cambiadas.

Con los alcances modernos de los activos.
Nadie reconoce sus propios fines y principios.
Podría despertar en Menphis y hablar con Nueva York,
pero no lo haré.
Sentir el invierno de Buenos Aires y el estéril Atacama y volver,
con sus salares me bañaré y estaré de nuevo acá,
para cubrirme de la nieve tropical de los Andes.
Ver a los Mapuches ceder ante las máquinas,
y en Chiapas un señor que los oprime.
Contemplar el norte y los asesinatos pasivos con decepción,
con sus golpes efectivos a los de piel canela,
y sus niños cantar su himno comercial con pasión.
Venerar a una bandera con tres estrellas y franjas rojas,
con su color blanco sembrado en la Pampa
y en el corazón del gaucho,
más un tono rojo en los estómagos del autóctono.
Para cuando todo termine y las aves de la guerra lo devoren todo,
y las obsesiones terminen por consumarse con todas esas muertes.