Tesoros del Arte gótico español: el Cenotafio de los Santos Mártires

Afirmaba José María Azcárate, en su libro ‘Arte gótico en España’ (1), sobre este hermoso cenotafio que se encuentra en el interior de la basílica de San Vicente, en Ávila, que siendo su autor probablemente un discípulo del Maestro Fruchel –el que inició los trabajos de la vecina catedral- destacaba, entre otras cosas, por su ‘ingenuidad narrativa’.

Una ingenuidad narrativa, bajo mi punto de vista, que si bien pudiera parecerlo en el conjunto de la obra, sugiere, sin embargo, un notable ‘atrevimiento’, de nuestro anónimo artista, en lo que a algunos detalles y su trascendencia se refiere.

Dentro de esa supuesta ingenuidad narrativa, se haya presente, no obstante, también una política encubierta, donde no faltan unas consideraciones, que podrían sugerir esas muestras de racismo que en tiempos de los Reyes Católicos, desembocaron en la llamada Diáspora Sefardí o la expulsión de los judíos de España.

Para el cristiano viejo de la época, el judío, tanto o más que el musulmán, era el aliado perfecto del Diablo y sobre él recaían multitud de hechos horrendos, que darían lugar a la ‘disculpa ideal’ para su repudio.

La historia de este cenotafio es bien simple y se encamina de esa manera: por culpa de un judío, tres hermanos son torturados y ejecutados. Después de morir en santidad, es el judío quien debe pagar la felonía y se le condena a levantar una tumba adecuada para albergar los cuerpos de los mártires, de ahí que parte de las escenas le muestren, con la serpiente –otro animal atacado de racismo en el Occidente medieval y representativo del Diablo- laborando en la tumba.

Las escenas del cenotafio, se completan con el viaje de los Reyes Magos, la Epifanía y una escena sumamente enternecedora que muestra el sueño de los Magos, donde un ángel se les aparece para advertirles que se alejen de Herodes en su viaje de vuelta a casa. Pero, además, ¿qué tiene de especial esta escena?, se preguntarán. Pues sencillamente, que no hay Fusco o rey negro.

Si a estos detalles le unimos la visión del magnífico Pantocrátor, seguiremos viendo detalles de lo más interesante. No sólo el Cristo in Maiestas tiene un aspecto netamente ario, siendo sus cabellos y su barba dorados como los rayos del Sol, sino que además la mandorla posiblemente sea única en su género, pues representa la concha o vieira que era el emblema de los peregrinos que se dirigían hacia Santiago de Compostela.

¿Qué tiene de especial?, continuarán preguntándose. Pues que en el fondo y si acudimos a ese odioso mundo de las comparaciones, observarán que sigue patrones similares a los desarrollados en el Cincuecento italiano por Sandro Botticheli, para realizar su famoso ‘Nacimiento de Venus’.

Y para rizar el rizo: ¿recuerdan el cuadro de Gustave Courbet, titulado ‘El origen del mundo’?. Pues observarán, también, que la mandorla tiene forma de Piscis Vesica o ese mismo órgano genital femenino que le sirvió de modelo a Courbet –parece ser, que con la ayuda de una bailarina y cortesana, llamada Constance Quéniaux- para su irreprochable reflexión.

Notas, Referencias y Bibliografía:

(1) José María Azcárate: ‘El arte gótico en España’, Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S.A.), quinta edición, Madrid, 2010, página 142.

AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual.

@Tximeleta tiene nuevos retos.
Toca la imagen y participa.
Diviértete y disfruta.

Reto organizado por @tximeleta @juancar347 @txatxy