[ENG-SPN] Compostela

Anyone who arrives here aware of the disturbing assaults of time, to which men are no strangers, with their capricious way of destroying and transforming, of pulling forward, to later, constricted, look irremediably back, will not find, unless they use the gifts of her imagination, that emblematic Iria Flavia, in whose once leafy forest of Libredón, the divine will, that well-intentioned causality, wanted the spirit of the ancestral to manifest itself so that men could recover an essential part of the mud of their origins. They say that Prisciliano was born here, the former bishop of Ávila and who, also, due to his Druidic way of understanding life and religion, would become the first of the political crimes perpetrated by the Church. Those were other times, it is true, in which he viciously persecuted both Gnostics and dilettantes. Also, his remains, rescued by his disciples, like the supposed remains of the Apostle, Santiago the Greater, arrived here by sea and were secretly buried, in this same place, reluctantly ceded by a mysterious lady, Queen Lupa or She-wolf, which, previously, did everything possible to get rid of them. From here, the Myth begins and everyone is very free to bet on what their hearts dictate.

Possibly, therein lies the true beauty of this thousand-year-old Way of the Stars: that it was always open to both Christians and pagans. And Tradition, unscathed, remains faithful to its premise. For this reason, you can still see Orthodox pilgrims, who officially end their tiring journey here, and others, possibly more romantic, who continue to Padrón and Finisterre, accompanying that place -although the Ara Solis that characterized it no longer exists- where the Sun dies every evening, to be reborn in the East and return, again and again, to perpetuate its cycle, which, like the labyrinths of existence, are, deep down, magisterial lessons in transcendence and eternity.

Quien llega aquí consciente de los perturbadores asaltos del tiempo, al que no son ajenos los hombres, con su casquivana manera de destruir y transformar, de tirar hacia delante, para después, constrito, mirar, irremediablemente hacia atrás, no encontrará, salvo que utilice los dones de su imaginación, aquella emblemática Iria Flavia, en cuyo otrora frondoso bosque de Libredón, quiso la voluntad divina, esa bienintencionada causalidad, que el espíritu de lo ancestral se manifestara para que los hombres recuperaran una parte esencial de los barros de sus orígenes. Dicen que aquí nació Prisciliano, el que fuera obispo de Ávila y el que, también, por su druídica manera de entender la vida y la religión, habría de convertirse en el primero de los crímenes políticos perpetrados por la Iglesia. Eran otros tiempos, es cierto, en los que, tanto a gnósticos como a diletantes, se perseguía con saña. También sus restos, rescatados por sus discípulos, al igual que los supuestos restos del Apóstol, Santiago el Mayor, llegaron aquí por mar y fueron enterrados en secreto, en este mismo lugar, cedido a regañadientes por una misteriosa dama, la reina Lupa o Loba, que, previamente, hizo todo lo posible para desembarazarse de ellos. A partir de aquí, comienza el Mito y cada uno es muy libre de apostar por lo que el corazón le dicte.

Posiblemente, ahí radique la verdadera belleza de este milenario Camino de las Estrellas: que siempre estuvo abierto, tanto a cristianos, como a paganos. Y la Tradición, incólume, continúa fiel a su premisa. Por eso, todavía se ven peregrinos ortodoxos, que finalizan aquí y de manera oficial su fatigoso viaje y otros, posiblemente, más románticos, que continúan hacia Padrón y Finisterre, acompañando a ese lugar -aunque ya no exista el Ara Solis que lo caracterizaba- donde muere el Sol cada atardecer, para renacer en Oriente y volver, una y otra vez, a perpetuar su ciclo, que, como los laberintos de la existencia, son, en el fondo, lecciones magistrales de trascendencia y eternidad.

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