En el momento en que mis labios conocieron los tuyos,
mi corazón latía a mil revoluciones por segundo.
Ardimos entre fuego de colores;
que poco a poco se fue apagando.

-Lo típico de los viejos amores-

Nos empujaste a ambos a convertirnos en una suerte de desertores.

Es una lastima que no se hayan creado detectores,
para esa clase de situaciones.

Es claro que si estuviésemos destinados a ser,
ya lo habríamos sido...

Menudo sin sentido:
Sabiendo todo lo que se,
mientras todos ven lo que quieren ver,
yo solo puedo seguirlo viendo a el.

En este recorrido solo me queda una cosa por hacer:
incendiar mi hogar,
es decir,
incendiarlo a el;
pues allí es donde solía ser.

Me sentare a ver todo arder,
con el mismo fuego que nos solía envolver,

con el mismo fuego con que un día me viste arder;
del mismo que decidiste no salvarme,
pues "ya no había nada que hacer".

Nunca voy a negar lo mucho que eso me llego a doler;
pero ahora es demasiado tarde para volver:
Nunca te pediré otra vez que seas agua para calmar mi sed.

El actuaba tan bien,
que nunca pude entrever cuan falso podía ser.

Ojala algún día se pueda deshacer de todas las mentiras,
que juraba me hacia creer.

Nunca mas me veras caer.
¿Crees que cuando me llames vendré corriendo para salvarte de arder?
Deberías dejar de esperar tal cosa,
si fuiste combustible para las llamas que sabias iban a matarme.

Tú nunca hiciste lo mismo:
tu nunca me salvaste.

Siempre llegando tarde.

Cierra tus ojos y trata de sentirme.
Eso sera lo mas cercano que puedas tenerme,
ahora que se soy libre.

Yo también le sentiré:
mientras veo esparcirse las cenizas de aquel amor,
que ya se fue.

Daniela H.

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