Stranger Things: El monstruo de lo tradicional

in #philosophy7 years ago (edited)

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Este artículo fue subido a mi Blog justo después de salir la primera temporada. Así que habrá preguntas que han dejado de tener sentido ahora que tenemos la certeza de una segunda temporada, que es la escusa también para subir este escrito a la plataforma. Probablemente tras lo que suceda en la segunda temporada que se estrenará este viernes, algunas cosas expuestas aquí dejarán de estar vigentes, pero sin duda el análisis con tintes políticos sigue siendo legítimo y válido, sobre todo si tomamos en cuenta la primera temporada en su independencia.

Estamos acostumbrados a ver historias en donde al final se puede observar un cambio sustancial con respecto al inicio. No es el caso de esta serie de Netflix. Todo termina prácticamente de la misma forma en que empezó.

Se nos plantea un concepto ochentero, lo que ocasionó el amor incondicional de muchas personas por la serie. De los 60’s a los 80’s son décadas en donde se desarrolló el rompimiento de la moral tradicional con los nuevos valores liberales, otra manera de decir que la postmodernidad toma su fuerza hasta devenir en la sociedad del consumo y el espectáculo en su máximo esplendor Pop de los ochenta. Por otra parte, es normal que muchas series de suspenso o con temas relacionados al terror o lo sobre-natural, se desarrollen en zonas “rurales” de los Estados Unidos. Pequeños pueblos con zonas boscosas, lugares tranquilos, en donde un suceso crítico revela o pone en evidencia las cosas oscuras y despreciables que se ocultan en esa aparente armonía (piénsese en Twin Peaks o Bates Motel). Esto es porque es lo más parecido que tenemos para remitirnos a esa dualidad del feudo y el bosque en la edad media. En dónde lo desconocido, lo que sobrepasa al entendimiento humano, atormenta a los buenos aldeanos.

Pero el pequeño pueblo americano es también un lugar tradicionalista y conservador. La propia armonía que se cree vivir en el lugar, hace que los pobladores se escandalicen con facilidad. Nos podríamos ver tentados a plantearnos la siguiente pregunta: Bajo todos estos términos, ¿qué representa ese monstruo proveniente de otra dimensión? Pero eso nos llevaría a respuestas ambiguas. El monstruo es tan sólo el motivo por el cual se devela la realidad en el pueblo, el motivo de una crisis. La pregunta interesante sería: ¿Cómo se enfrentarán o cómo reaccionarán a esa realidad los personajes?

“Aquí en la ciudad la gente es más real”. Esas son las palabras de uno de los personajes con respecto a su opinión de la pequeña población en donde se desarrolla la historia. Probablemente, podemos recordar el cinismo y el libertinaje de las ciudades, que de alguna manera dan pie a que los deseos de las personas se satisfagan de manera más libre; la vida de entretenimiento en la ciudad y los vastos horrores que hay entre sus numerosas calles. La restringida y prohibitiva moral del pueblo, tiene la función de falsa fachada. Fachada que se rompe con la aparición de la monstruosidad de lo real.

Por poner ejemplos más claros, no es hasta el periodo de alerta, preocupación y terror, que los padres se dan cuenta de la poca comunicación con sus hijos, o que los distintos personajes se enfrentan a los problemas con sus padres, o que la chica modelo se cuestiona sobre su papel, sus aspiraciones y deseos; es el momento en que el policía revive el trauma de la pérdida de su hija, etc. Es importante rescatar que la crisis en los pueblos tranquilos siempre viene de un extranjero, de un visitante - la familia Bates en Bates Motel, el agente Dale Cooper en Twin Peaks; en este caso, es una niña salida de un laboratorio cercano, pero que no forma parte de la comunidad. El extranjero es siempre quien pone el acento en la crisis de enfrentarse al “otro”. A nivel narrativo, esto nos da la perspectiva de alguien ajeno que descubre el pueblo más allá de su fachada. Pero debe ser también alguien ajeno quien rompa el cerco que conserva el pueblo.

La desesperación por matar al monstruo, la cual deriva en la desaparición de la niña (otro, que se disfraza para adaptarse), es igual al deseo que tienen los habitantes por que todo regrese a la “normalidad”. Y ese es efectivamente el final. Todo está exactamente igual que como inició la temporada. Los amigos y las familias vuelven a reunirse, como la pareja modelo. El policía sigue en su vida solitaria, los niños abusadores siguen odiando a los protagonistas, el chico raro sigue en su nivel de denigrado y solitario, la familia pobre sigue siendo pobre... Lo logran, todo regresa a la normalidad. El control moralizante y tradicional, que da la aparente armonía al lugar, triunfa por sobre la crisis. Así que a la pregunta de “¿qué representa el monstruo?” se le puede dar variadas respuestas, todas las respuestas. Todo aquello que venga de fuera del pueblo (de los muros del feudo, en ese bosque donde reina la naturaleza incomprensible, Satanás y las brujas), en todos los niveles posibles. No es sólo el miedo al ambiente citadino, o al inmigrante, ni a los problemas sociales que vuelven inverosímil a la moralidad del ciudadano tradicional americano, es la defensa conservadora y la incertidumbre a todo lo exterior y/o diferente.

No obstante, lo mejor de todo, es que logran hacer que el final de la serie sea más pesimista de lo que ya es por todo lo anterior mencionado (por supuesto, se supone, desde esa lógica, que el regreso a la “normalidad” debe ser el final feliz). Los obstáculos que tenían algunos personajes para cumplir con el status quo, desaparecen. Ya no está esa amiga que hacía limitarse a Nancy, ni la niña que pudiera sacar de su soledad al niño que sólo tiene su imaginación y sus amigos. El muchacho modelo, ya no tiene a esos compañeros desastrosos que le impedían ser todo un “caballero”. Es aquí que encontramos varías ambigüedades de ese status quo: El chico denigrado pasa a ser objeto de lastima, se le devuelve su cámara fotográfica. Lo anterior es una acción que pretende elevar a nivel moral más alto a la pareja modelo, en donde su relación con el marginado es de patética culpabilidad y caridad. Otro ejemplo, es el de esa amiga de Nancy, que ya no pone obstáculos en la conciencia. Para que ese seguimiento de las formas del amor cortés y la pareja exitosa se lleve a cabo, se requiere de una traición de ese mismo sistema de valores. Necesitamos que se suspenda nuestra buena conciencia por un momento. El seguimiento de esas formas no surge, al final, de la bondad, sino de la conveniencia y el consenso. Al final, después del monstruo, ese status quo, con todo y su hipocresía, se afirma con mayor fuerza.

Irónicamente, el momento que es un poco más esperanzador, es aquel en el que el niño escupe una babosa, producto de su experiencia traumática anterior. Señal de que el suceso de crisis nunca se olvidará y siempre puede volver a causar incomodidad. O guiño de una segunda temporada que dé continuidad a la misma historia… uno nunca sabe.

Si nos queremos divertir un poco más, podemos extenderlo a la situación mundial actual, y específicamente a la situación de Estados Unidos. Los monstruos de las crisis económicas, morales y humanitarias, ocasionan una reafirmación de la moral conservadora. La ultraderecha en Francia y USA, o los gobiernos centralistas de Rusia y Turquía, son reafirmaciones de regresar a esos viejos tiempos en donde las cosas “normales” eran normales y son también síntoma de esa melancolía porque “antes todo era mejor”. Por eso un socialista, decidido a terminar con los cárteles bancarios, como Sanders, no iba a ganar la candidatura de su partido. Así que lo dejaron a la suerte de dos candidatos tradicionales (aunque muchos piensen que Trump es un caso “rarísimo”).

Por último, es interesante analizar la inversión de aquello que se encuentra en el misterioso bosque afuera del pueblo. No es, como en el caso de la edad media, la siniestra y ominosa naturaleza, o el diablo, o las brujas y la magia negra. Es un laboratorio experimental en plena guerra fría, lo cual deja aun más en evidencia el trasfondo conservador de la serie. La ciencia como productora de mal es un tópico recurrente en el cine y la literatura, pero no es otra cosa que el miedo latente y notable en las zonas más conservadoras de Estados Unidos al evolucionismo o la explicación racional del origen del universo, por mencionar algunos ejemplos. No es coincidencia que los discursos ecologistas se tornen cada vez más de un trasfondo ideológico conservador. Entendiendo a la naturaleza como un todo armónico, incluso teleológico, en contraposición con el avance técnico y científico. Esto contrasta con la satanización de la naturaleza en la edad media y con el mismo discurso de los significantes del bosque y lo desconocido.

La paranoia anti-Rusa se deja ver de nuevo en la serie de temática ochentera, cuando ahora vemos su regreso, con la sospecha de que Putin interviene en todo. La misma nostálgia de la serie nos reubica en la guerra fría. Algo parecido hace la política norteamericana. El regreso de la serie a la sociedad conservadora no es más que el reflejo del regreso real en la actualidad a ese tipo de imaginario.

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