Sobre revoluciones y algo más...

Hay todo un tema al evaluar lo que es una revolución y si ésta se puede legitimar o no.

Pero con todo y esas dificultades que no serán de formas de apartir de hoy discutirlas, sino que son muy antiguas.

La idea de cambiar lo que se da, es una necesidad.

Cuánto de ese cambio y hacia quiénes mejore es el diferencial de mayor consideración posible desde históricas recapitulaciones y demás hechos socioculturales. Por ello es que con las ideas de las revoluciones de los nacientes Estados Unidos y de la Francia de la Ilustración, en el caso de la edad del siglo S XVIII en adelante, fueron los llamados los intelectuales hispanoamericanos aquellos que justificaron la independencia de sus nuevas y dividas repúblicas nacientes.

Aquellas que buscaban desligarse de espíritus teocráticos vistos en europa occidental principalmente, con el asumir sin grandes éxitos los estilos democráticos más modernos y de superar los estados monárquicos por otras formas de gobierno, que en su mayoría fueron siempre de carácter elitistas principalmente y en un comienzo.

Donde luego se dieron para difundirse entre movimientos y grupos más populares y mejor elitistas.

A fines del siglo XIX, el positivista y anarquista Manuel González Prada, fue quien criticó muy duro a los militares y los gobiernos totalitarios que habían tenido hasta ese momento, la Iglesia de esos tiempos, pero principalmente de muchas autoridades y herencias virreinales que nunca incorporaron todos los elementos más progresistas y de avanzada de las mismas recomendaciones de clérigos más centrados en el espíritu evangélico, y los ricos terratenientes del Perú.

Así pasó, dándose dentro de la primera mitad del XX, donde surgieron su discípulo Víctor Raúl Haya de la Torre, con la ideología del espacio y tiempo histórico de su partido APRA, y el pensador marxista más importante de Latinoamérica José Carlos Mariátegui, el Amauta, con su lema “socialismo sin calco ni copia” de su partido socialista.

En la segunda mitad del siglo pasado, llegó a la presidencia el Arquitecto Fernando Belaúnde con su partido Acción Popular cuyo ideólogo y ministro de educación fue el filósofo sanmarquino Francisco Miró Quesada C. Su ex discípulo y colega Augusto Salazar B. fue pilar de la fallida, pero de las mejores etapas educativas que tenemos en el campo teórico, de la llamada Reforma educativa de la dictadura militar velasquista que derrocó a ese presidente.

Entre los 80s y 90s, Abimael Guzmán, filósofo formado en la San Agustín de Arequipa, lideró la subversión del derrotado partido comunista Sendero Luminoso, trayendo la etapa más reciente de la peor guerra civil y fratricida del país, generándonos décadas de barbarie, salvajismo y pobreza a todos los peruanos y en especial a los que vendremos luego de esas etapas genocidas y fratricidas del país.

A fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI, otro profesor de San Marcos, Luis Silva Santisteban G.S., quién enseñaba ahí materialismo dialéctico fue asesor, embajador y vocero del ex presidente, dictador y genocida Ing. Alberto Fujimori.

Y entre los etnocaceristas que purgaron prisión junto a su líder Antauro Humala, por la toma de una comisaría en Andahuaylas el 2005, estaba el filósofo sanmarquino Fernando Bobbio.

Así que diversos filósofos han participado con su teoría y práctica en partidos o movimientos políticos del Perú, sea para bien o para mal, otros solo han llegado a protestar en las redes sociales o las calles por las injusticias que sufren el país u otras partes lejanas del mundo, y el resto está mudo, sordo y ciego ante la realidad que le ha tocado vivir. Y, para nuestra infamia y vergüenza, uno se ha hecho “célebre” al ser detenido por ser el operador en un supuesto tráfico de influencias en altas esferas del poder.

El problema que no siempre se usaron medios incruentos desde las esferas del espacio público o el poder.
generando en muchos ambientes un dolor y rechazos a tales políticas públicas hasta el día de hoy, y pudiendo generarle ciertos niveles de desconfianza a los filósofos en los campos políticos, ganados con ardor por muchos de los predecesores en nuestra Nación multicultural y pluricultural.

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