(7) La princesa encantada

in #nsfw7 years ago (edited)
Deslizándose sobre la tela siguieron el camino que les llevaría hasta descubrir las turgentes nalgas duras y redondas que les hicieron olvidar aquella curva guitarrera descubierta hacia tan solo unos instantes. Allí estuvo la mano acariciando y estrujando aquellas carnes turgentes. En aquel momento Elija deslizo su cuerpo para hacer coincidir su cabeza con la zona del pecho de la joven. Su pecho velludo ahora acariciaba el vientre de la princesa mientras la mano descubría un pasaje por el cual infiltrarse debajo de las bragas y seguir disfrutando de aquellas redondeces sin la intromisión del satén.

Aprovechando la posición de la cabeza, era la boca la que pasaba a la acción besando, lamiendo y mordisqueando ahora la teta izquierda ahora la derecha y así pasaba de una a otra en un hipnótico recorrido que intentaba que ni un solo centímetro de aquellas hermosas cumbres rosadas quedara sin la atención de la lengua.

Más abajo, la mano salió de su escondite, volvió a recorrer el satén atravesándolo para llegar a acariciar la parte exterior del muslo. Seguía bajando hasta encontrar la rodilla y en ese punto decidió que mas abajo ya no había nada de interés, así que inició su viaje de subida aunque esta vez lo hizo recorriendo la cara interna del muslo. Sin dejar de acariciar aquella piel tersa y suave llego de nuevo hasta la tela blanca y queriendo llegar hasta la cara interna del otro muslo, pasó como de puntillas por encima de lo que en aquel momento era sin ninguna duda el centro del universo. Inició entonces un nuevo camino de caricias por el otro interior de muslo. Fue bajando, bajando en una ruta sinuosa hasta rodear la nueva rodilla que encontró como frontera del placer. Paso a la cara externa del muslo y como aquel que baila boleros fue subiendo dos pasitos adelante, uno atrás. Llegó de nuevo al satén. Subió sobre la tela y se fue en dirección a la pequeña colina. Era pequeña, si, pero nadie sería nada en la vida hasta no superarla. Y ahí estaba la mano subiendo, con parsimonia, llegando hasta lo alto y coronando por primera vez el monte de Venus.

Había llegado hasta allí y era consciente de que hacía rato que había dejado atrás el punto de no retorno. Ahora solo podía seguir avanzando en su propósito. La mano se asomó al abismo. Era una pequeña caída pero producía autentico vértigo pensar en lanzarse, desde ahí, volar o morir era lo de menos. La mano se lanzó, pero en lugar de volar se encontró semihundida circulando por un canal estrecho, intimidante pero del que no deseaba llegar al final. En esa suave avenida en forma de u se quedo jugando. Subiendo y bajando; Acariciando y rozando. Ya el satén había cogido la forma del canal cuando en una de las subidas la mano se paró. Como un oso polar que siente bajo la nieve la presencia de una foca, la mano sentía justo en esa posición la presencia del botón de control, o de descontrol según se mire.

Pero no paso nada. La mano siguió su ascenso hasta situarse de nuevo en lo alto del monte de Venus. Siguió la ruta hacia el vientre hasta bajarse de la suave tela. Una vez allí envió a los dedos en misión de zapadores para abrir una ruta bajo la tela. Estos no tardaron en encontrarla y entrar. Tras ellos iba la mano entera avanzando cuesta arriba en la colina de la diosa.

A la mano le llamó la atención la poca vegetación de aquel monte. Aunque nunca había tocado ninguno sí que de forma furtiva había hecho contacto visual con alguno. Los recordaba oscuros, cubiertos por un enmarañado bosque. Este no era así. Estaba delicadamente cuidado. Más que un bosque era un jardín. El jardín del Edén. Mientras pensaba en esto, iba reconociendo la zona. Se encontró en el punto más alto del monte. Titubeando inició de nuevo la bajada. Ahora, sin la tela de por medio, sintió por primera vez aquellos labios suaves. Los rozó y tuvo la sensación de que eran ellos los que le estaban acariciando. Los fue recorriendo hasta su base. Cuando empezó a subir sintió como su dedo se hundía lenta pero perceptiblemente. Repitió el mismo movimiento de bajada y subida y sintió como su dedo se humedecía y circulaba con más facilidad pero a cada subida y bajada el dedo se hundía más y más, hasta que de repente se abrieron las puertas del misterio y el dedo se hundió presa de una fuerza de atracción universal.

Un profundo y largo suspiro salió de la garganta de la princesa. Élija se detuvo, pero esta vez ni saltó, ni se incorporó. Solo paró el tiempo justo para convencerse de que estaba en el buen camino; que avanzando como lo estaba haciendo acabaría devolviendo a la princesa a la realidad. Además el suspiro había sido acompañado por un insuflar del pecho, que había crecido de forma ostentosa bajo los labios de Élija.

Toda la escena se puso en marcha de nuevo. Labios y lengua al norte, dedos al sur. Masajeando, acariciando y gozando a la vez. El dedo corazón ya se perdía en la profundidad de la gruta, columpiándose en aquel interior lubricado, mientras el pulgar jugaba con el botón, misterioso y relevante que presidia la entrada al templo.

(Continuará)


Fuente de imagen: https://www.orgasmatrix.com/fiebre-pelirroja-danielle-riley/

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