(4) La princesa encantada

in #nsfw7 years ago (edited)
Le acarició con el dorso de su mano la mejilla. Siguió la caricia hasta el cuello y se deslizo por este. No paró ahí sino que siguió la caricia, buceando bajo la blusa, hasta situarse al pie de aquella montaña hermosa que era el busto. La mano ascendió el monte y como buen alpinista se quedo allí admirando los alrededores de tan magnífica atalaya. Sin que Élija sacara la mano del pecho de la princesa, las bocas llegaban a un nuevo encuentro. La lengua retomaba sus exploraciones a la vez que la mano dibujaba círculos sobre el pecho. La tensión iba en aumento. La mano descendió hacia el rio de pecas. Se internó en el cañón hasta dar con el inicio de otra ruta de ascenso. Subía sintiendo el suave tacto de la tela de seda que cubría aquella cordillera. Bajo la mano, un sujetador de satén facilitaba el deslizamiento además de permitir al tacto sentir cualquier relieve. Hizo cumbre y de nuevo inició el rito de los movimientos circulares en la cima. Poco a poco la mano fue cediendo la exploración a los dedos que describieron círculos alrededor del pezón.

Cuanto tiempo estuvo así, no lo sabía, pero en cierto momento sus dedos índice y pulgar empezaron a masajear los bordes erectos de aquel monumento que era el pezón excitado. Duro y altanero desafiaba a la ley de la gravedad. La caricia ya era fricción y a tal punto llego la presión que acabó siendo un pellizco.

Elija dio un brinco a más de un metro y la expresión de su cara y el temblor de sus manos mostraban arrepentimiento e imploraban el perdón de la princesa que había vuelto en sí. Acto seguido Élija se sintió desconcertado. Vio con sorpresa que la princesa seguía perdida en la profundidad de su sueño. Pero esta vez estaba seguro de haber notado el calor de sus labios y de haber sentido el sobresalto repentino de la chica. Incluso ahora que el rostro estaba casi de nuevo apagado aún se notaba algún resto de rubor.

Elija se acerco de nuevo a la princesa. Fijó la vista en su rostro, no para buscar cambios o reacciones, simplemente por admirarla. Entonces su vista cayó sobre aquellos generosos pechos. Se sentó a su lado y con parsimonia empezó a desabrochar los botones de la blusa, de arriba a abajo. Al liberar el último botón dejó caer esta a ambos lados del cuerpo mostrando un vientre plano y firme. El sujetador, que ya habían descubierto sus dedos, ahora se mostraba de un blanco luminoso con encajes dorados.

Paso un tiempo de contemplación en el que Elija posó su mano sobre el vientre de aquella exuberante mujer. Podía sentir la pausada y rítmica respiración de la princesa. Su mano fue subiendo suavemente por aquel paisaje moreno, sintiendo la piel tersa y firme, hasta llegar a la base del sostén. Esa era la última frontera de la parte superior del cuerpo. Paso la mano acariciando el pecho izquierdo. Bajó de este y subió, sin entretenerse, al pecho derecho al cual colmó de suaves caricias. Allí se estuvo regalando un instante de gloria tras el cual deshizo el camino hasta situarse sobre el izquierdo de nuevo y ofrecerle las mismas atenciones que a su gemelo.

Se percató en ese momento que ambos pezones se marcaban, ahora, bajo el sujetador, como prisioneros pidiendo auxilio. Elija que no podía ver sufrir a tales reos inicio una audaz maniobra de liberación. Introdujo su dedo pulgar debajo de la base de la copa que cubría el pecho izquierdo separándola de la piel y empezando un nuevo ascenso que al cruzar la cumbre e iniciar el descenso por la ladera contraria dejo a la vista aquella poderosa teta culminada con el erguido pezón. La visión le cortó la respiración. Acarició con su dedo pulgar la punta del pezón y sintió que este aún crecía más. Deseoso de ver libre al otro pezón, pero con su mano adherida al pecho de la futura reina, no tuvo más opción que poner en movimiento la otra mano. Repitió el mismo movimiento liberador y con la visión del estado del pezón derecho le quedó claro que este estaba reclamando las mismas atenciones de las que estaba gozando el izquierdo.

Empezó a acariciar ambos pechos a la vez, pero no fue más que un magreo preliminar interrumpido por la visión del sujetador arrugado por encima de las tetas. A Elija le pareció que la prenda estropeaba parte del espectacular paisaje del que quería gozar con todos sus sentidos. Detuvo las caricias y deslizó sus manos hacía la espalda de la princesa en busca del cierre del sostén. Lo encontró con facilidad e inició la maniobra para desprenderlo, cosa que se le fue complicando hasta el punto que se vio obligado a inclinarse sobre el cuerpo durmiente. En esa posición, de forma inevitable, el pezón izquierdo se acomodo entre los labios del muchacho que no desperdició la oportunidad de saborear con su lengua aquella ambrosía que le ofrecían los dioses en ese día.

Élija no sabía a cuál de las dos labores debía dedicarle más atención, pero fuera como fuera, finalmente el gancho del sujetador se liberó. Elija incorporó, no sin pena, su torso a la vez que sacaba las manos de la espalda de la princesa. La brillante prenda colgaba de sus dedos como preciado botín, pero sin ningún miramiento la deshecho en el suelo. En ese momento pudo ver la realidad, tanto tiempo imaginada, de aquel rio de pecas discurriendo por el pronunciado valle para acabar inundando la llanura del vientre. Mientras en lo alto de los montes los dos obeliscos lucían rodeados de sendas aureolas de color canela. Quizás fue por la idea de la canela, el caso es que se lanzó a saborear de nuevo aquellos manjares.

Dibujó con su lengua la circunferencia de la aureola, acarició los bordes verticales del pezón y acabó cediéndole el puesto a los labios que se aferraron y succionaron con rítmica suavidad. A todo esto y para evitar la envidia de la otra teta, la mano de Elija tuvo a bien el entretenerla con sus dedos. A ratos la mano acariciaba el pecho, después los dedos jugaban con la aureola y finalmente las yemas rozaban levemente la cima del monte. Los labios, que hasta ese momento se creían los únicos con derecho de acceso a la zona VIP, descubrieron contrariados que no solo estaban equivocados sino que además la lengua gozaba de más privilegios que ellos; Así se vieron obligados a retirarse a esperar de nuevo su turno.

Era ahora la lengua la que jugaba en el jardín del Edén. Desde lo alto del pezón se lanzo en un vertiginoso descenso hacia el centro del canalillo el cual sobrepasó y se encaramó casi hasta lo alto del otro pecho. Al perder el empuje de subida volvió a descender para encaramarse de nuevo en la otra ladera; Así permaneció jugando del uno al otro, del otro al uno. Finalmente la lengua se decidió a visitar el otro pezón. La mano que hasta entonces se ocupada de este fue a descansar mientras la otra atendía al primer pezón ahora lubricado de saliva. El Juego de caricias se prolongo por unos minutos hasta el momento en que los labios iniciaron una travesía de ascenso del pecho al cuello y de este a la boca para fundirse en un beso apasionado.
(Continuará)

Fuente de imagen: https://www.pinterest.cl/pin/481814860126397168/
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Wow.. comenzó como un cuento de hadas infantil, pero ya veo que no lo es, jajaja.
Aun quiero saber en que consistió el encanto! Un saludo

Jajajaja, no siempre las cosas son lo que parecen y aun falta para descubrir el hechizo
¡Saludos!

ajajajjaja no tenía ni idea que ésta era la continuación de la historia, como no se veía foto ni nada, no entendía :D Hasta que me decidí a dar click y me encuentro con este giro erótico e inesperado :D

Jajajaja, ya te dije que las cosas a veces no son lo que parecen, ¡Saludos!

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