Soy una víctima fresca de las tribulaciones del amor.

Recién es que estoy sumida en el olvido de alguien, un alguien que me vendió su tramposo silencio; silencio que fue tramposo por olvidar su sentencia muda y atreverse a hablarme con su ruido de promesas incumplidas, que hoy hacen vigilia en mi alcoba.

De aquel lecho se escapan los colores, huyen despavoridos abandonando la intensidad que nos remedaba y el único rojo que late es el mío, que se niega a la muerte, es el único tono que se resiste a ser gris.

Otro día tomando la mano de tu ausencia. Drogas recuerdos son las veces que nos consumíamos consumándonos y de los alaridos de mi memoria, es que tu voz sigue prisionera e intrépida entre aquellas paredes llenas de tus carnales órbitas.

Tú te fuiste sin mí,
pero yo aún me vengo contigo, pese a que no estás. Tu cuerpo, ahora inexistente, es quien suple al vacío. Late mi piel al sentirte cuando relleno mi imaginación con tu ser.

Erizado y erguido el pecho, apretado y vibrando el abdomen, erectas las manos, clavículas y el cuello; son idénticas las sensaciones pese a tu fresco éxodo. Este fantasma tuyo imita muy bien a tu ardiente alma, me azota gentilmente en grados de placer y dolor, para que haya angustia y desespero cuando recurra a la gran leyenda que fuiste.