Entre Gustos y Colores / Capítulo III

Nadia continuó su trabajo y el tiempo pasó en tranquilidad, estaba dedicada a unos correos electrónicos cuando sonó su extensión 

-Presidencia-Contestó 

-¡Hola Nadia! ¿Qué tal va tu primer día?-La suave voz de Carolina una de las recepcionistas la saludó del otro lado de la línea 

-¡Muy bien gracias a Dios! Estoy contenta, no puedo quejarme 

-¡Qué bueno! Ya llegó la señorita Alicia Martínez y como me indicaste ya se encuentra esperando en la Sala de Juntas, ¿necesitas que pida algo para ella? 

-No, gracias ya lo hago yo 

-Perfecto, nos vemos en el almuerzo Se despidieron y Nadia se dirigió a la oficina de su jefe, la puerta estaba abierta así que entró, el señor Aguirre levantó la mirada de unos papeles que estaba leyendo. 

-Disculpe, la señorita Martínez ya se encuentra en la Sala de Juntas 

-Gracias-Dijo poniéndose de pie y cerrándose los botones de la fina chaqueta de su traje

-¿Puedo ofrecerles algo? -Preguntó Nadia y él se detuvo frente a ella y la miró fijamente desde su altura, se quedaron allí sin decir una sola palabra, él estaba serio y ella pudo oler su perfume, Dios, le estaba gustando ese hombre. 

-No, yo me encargo de ella. Puedes irte a almorzar. 

-Ok, muchas gracias. – Dicho esto salió en seguida de la oficina. 

Cuando Sebastián llegó a la Sala de Juntas pudo verla, allí perfectamente vestida como siempre. Alicia su prometida, aunque últimamente estaba dudando de si quería o no continuar con ese compromiso. Entró a la sala, cerró la puerta tras de sí, y sin dar un paso adelante se cruzó de brazos y con el ceño fruncido la miró. 

-¿Qué haces aquí?-Preguntó. Alicia que se encontraba sentada en una de las sillas, se puso de pie, se reacomodó el largo cabello rubio, perfectamente peinado, hacia un lado de sus hombros, mientras lo miraba y le daba una sonrisa, dio unos pasos hacia Sebastián para así estar a solo centímetros  de él y le tocó el brazo – Alicia, te repito, ¿Qué haces aquí?, te dije que te quedaras en Estados Unidos. 

-¡Amor me estaba aburriendo de muerte sin ti!- Dijo Alicia haciendo caras de fastidio Alejándose de ella, Sebastián se sentó dándole la espalda. Ella se acercó y comenzó a masajearle los hombros. Sebastián se sentía amarrado a esa relación de conveniencia. Sus padres lo habían decidido desde que ellos habían nacido. 

-Me imagino, pero aún no estoy completamente instalado aquí y necesito hacer muchos negocios, no me puedo ocupar de ti, allá estarás más cómoda, si necesitas algo solo debes pedirlo. Te lo dije cuando me vine, pero como siempre no me escuchas, estas constantes peleas no nos están ayudando. 

Ella era una niña mimada, estaba acostumbrada a conseguir cualquier caprichito. Sabía que era muy guapa y que los hombres no se resistían a sus encantos, así que hizo alarde de ellos tomando la boca de Sebastián quien no se resistió e inmediatamente la sujetó por la cintura y la fue acercando más a su cuerpo, hasta hacerla sentar a horcadas en sus piernas. Sus manos iban tocando y apretando los muslos de ella, mientras el beso se volvía más exigente. Alicia con ambas manos lo sujetaba por el cuello, y detuvo el beso, para susurrarle cerca de su boca, solo rozando los labios – Te extraño Sebastián, por favor hazme el amor, aquí mismo. Alicia comenzó a desabotonarle la camisa. Él la levanto de su regazo, la sentó en la mesa y volvió a besarla nuevamente, Alicia aprovechó la oportunidad y sin perder el tiempo se aferró a la cintura de Sebastián con las piernas frotándose contra él. 

En un momento de lucidez, Sebastián se dio cuenta de los que estaban haciendo, en plena oficina, en donde habían cámaras y se separó de Alicia-No aquí no – Dijo casi sin voz separándose de ella y arreglando su ropa. 

-¿! Por qué no !? – Preguntó frustrada 

-Estamos en la Sala de Juntas, puede venir alguien, además hay cámaras y no me gustaría que los  de seguridad se entretuvieran con una escena como esta 

-Entonces vente conmigo-rogó Alicia 

-Ahora no, tengo mucho trabajo y tu vienes a volverme loco con tus besos-gruñó Sebastián 

-Besos que no puedes resistir porque sabes que me deseas, pero me parece estupendo. Si quieres te espero en tu casa, dile a tu chofer que me lleve.– dijo ronroneando, mientras se bajaba de la mesa y se ponía de pie, frente a Sebastián; nuevamente se besaron. Separándose de ella, la acompañó hasta la recepción donde pidió a su chofer que llevara a Alicia hasta donde se estaba alojando para buscar sus cosas y llevarlas hasta su casa, no sin antes llamar a seguridad y pedir que borraran el video de la Sala de Juntas. 

Nadia estaba pasando un muy buen rato entre risas junto a sus compañeras de trabajo a la hora del almuerzo. Estaban contándose chistes y quien puede negarlo, también unos cuantos chismes. 

-Chicas escuchen-intervino Joselyng- Mi querida amiga, aquí presente va a estar de cumpleaños la semana que viene, así que no podemos dejar que una fecha tan especial pase por debajo de la mesa ¿cierto? 

-¡Faltaba más! – Dijo Carolina- ¡vámonos de rumba! 

-No, no, no…-Nadia se negó rotundamente- podemos hacer algo bien chévere en mi casa o vamos a un restaurante, lo que quieran pero nada de discotecas. 

-¡Por dios Nadia vas a cumplir 28 años! No puedes llegar a esa edad y no saber que es la vida nocturna, no te va a pasar nada porque nosotras vamos a estar contigo. Además puedes traerte algunas de tus amigas de la universidad – dijo Joselyng 

-No, de verdad, por favor chicas, entiendan que esas cosas no van conmigo… 

-¿Y que se supone va contigo? ¡Pareces una vieja prematura!-Dijo Marta, Joselyng la fulminó con la mirada. 

-Cariño, si no tienes nada más bonito que decir puedes mantener tu boquita bien cerradita- le replicó Joselyng y Marta se quedó callada 

-Chicas tranquilas-intervino Nadia- ya veremos que vamos a hacer, faltan muchos días todavía. Y ahora vámonos que ya es hora de continuar con el trabajo. 

-¡Ay Nadia espera!-dijo Carolina- hoy he tenido mucho trabajo en la recepción y quiero separarme un ratico más, quédense y yo brindo el café 

-¡Esta bien! –sonriendo Nadia se quedó un rato más con sus amigas hasta que volvieron cada una a sus labores 

Eran las seis de la tarde y Nadia seguía trabajando, había mucho por hacer, ¿Qué hacía todo el día la antigua asistente de presidencia? ¡Todo era un caos! Las carpetas estaban desordenadas y ella se ocuparía de poner todo en orden. De pronto se dio cuenta que su jefe aún se encontraba en su oficina, quizás necesitaba algo, aunque si así fuera el la llamaría, ¿Verdad? Sin pensarlo más tiempo se dirigió a la oficina del señor Aguirre y dando un ligero toque en la puerta se asomó, él estaba allí sentado con la cabeza entre sus manos, parecía pensativo. 

-Señor Aguirre, ¿se siente bien? –Pregunto Nadia preocupada Levantando la mirada Sebastián la observó por un rato sin decir nada. Ella no era como las demás asistentes que había conocido, todas tan estiradas y siempre vistiendo de forma provocativa, buscando un roce, una caricia, pero ella no era así, al contrario, vestía muy conservadora y aparentaba unos treinta y tantos, pero era muy eficiente. 

-Estoy bien, gracias. Solo un poco cansado. 

-¿Llamo a su chofer para que venga a recogerlo? 

-No se preocupe, tengo mi carro esta noche. 

-Entonces pediré que se lo traigan. 

-Sí, gracias. ¿Y tú, a qué hora te vas? 

-¡Oh no! ¡No se preocupe! ¡Estoy poniendo todo al día! Me voy más tarde. 

-Puedes terminarlo mañana. 

-Disculpe Señor pero quería pedir permiso el día de mañana porque debo ir a la universidad a realizar unas diligencias, pero si usted me necesita yo...-no pudo terminar porque Sebastián la interrumpió

-No te preocupes, yo no creo que venga, cancelas todas mis reuniones. 

-Perfecto. ¿Algo más en lo que pueda ayudarle? 

-No, muchas gracias. Ve a casa y descansa, el lunes continuamos con lo que falta. Que tengas una buena noche.-y dicho esto Sebastián tomó su chaqueta y se retiró. 

Sin pensarlo más Nadia se fue a casa agotada de las actividades de ese día, como era temprano tomó el Metro e hizo su cotidiano viaje de regreso tomando sus audífonos para relajarse con algo de música de Johan Strauss en el trayecto, al llegar se dio un baño, comió un poco de sopa que tenia del día anterior e intentó ver algo de televisión pero el sueño le ganó y a los pocos minutos estaba rendida. 

Sebastián condujo en su BMW hasta la lujosa casa que había comprado, estacionó y entró, inmediatamente Ramona, su nana desde la infancia y ahora también Ama de Llaves lo saludó. 

-¿Cómo estas mi niño? Ya la cena esta lista, ve date un baño y baja 

-Gracias Nana. ¿Y Alicia? La expresión de Ramona cambió a una de fastidio

-Está en tu habitación, dice que dormirán juntos. 

-Nana, sabes que Alicia y yo nos vamos a casar, es obvio que mantenemos una relación, así que no pongas esa cara 

-Sí, lo sé. Pero esa mujer no me convence 

Besando la coronilla de Ramona y con una sonrisa tierna Sebastián subió las escaleras hacia su habitación  donde vio a Alicia recostada en la cama con el control remoto de la TV, inmediatamente saltó hacia él y lo rodeó con las piernas mientras se besaban 

-Amorcito te he echado tanto de menos, esta noche haremos el amor como nunca 

-Sí, si pequeña pero será luego que me dé un baño y cenemos porque estoy muriendo lento-La bajó y la puso en el suelo. Ella inmediatamente empezó a quejarse como una niñita a la que le habían quitado un dulce 

-Pero cielo, si estoy más que lista para ti 

-Yo no, y no se hable más.

-Dicho esto se encerró en el baño Alicia no le gustó su actitud y puso los ojos en blanco, había regresado con un propósito, terminar con ese compromiso y convertirse en la esposa de Sebastián. Estaba harta de tanta espera y sabía que si no se daba prisa, otra mujer podría quitárselo. 

Después de la cena, Sebastián se sentó con su portátil en la cama a contestar unos correos electrónicos y Alicia aprovechó para ponerse un conjuntico sexy de encaje francés, estaba empeñada en enloquecerlo. Así que salió del baño, se dirigió a la cama, caminó a gatas y le quitó el portátil a Sebastián. 

-Mira lo que me he comprado para ti-Dijo abriendo el albornoz y mostrándole un conjunto de ropa interior rojo 

-Wow, te ves… genial Alicia-Dijo acariciándola y acercándola a él-Aunque, ahora que lo pienso, te verás mucho mejor sin el 

-Estoy de acuerdo contigo Sus bocas se fundieron inmediatamente con ardor y fuerza. Sebastián la desnudó y la tendió sobre la cama con cierta rudeza y erotismo, para devorar por completo su cuerpo. 

-Oh Sebas, Cariño, tómame 

-Te daré justo lo que me pides Inmediatamente se quitó el resto de la ropa que le quedaba, buscó un preservativo, se lo puso e inmediatamente tomó a Alicia con toda su fuerza haciendo que ella soltara un pequeño grito. Sebastián estaba frenético, era cierto que hacía tiempo no hacia el amor pero parecía que quería más de lo que Alicia podía darle así que le apretó el trasero mientras le decía al oído 

-Dime que eres solo mía… 

-Yo… no…-Alicia no podía articular palabra alguna, él estaba pidiéndole una confesión que ella sabía muy bien no podía hacer Sin decir nada más Sebastián comenzó a moverse con fuerza hasta que sintió que todo su cuerpo iba a estallar 

-¡Ahora! Con un grito ella respondió estremeciéndose con violencia mientras el orgasmo la invadía. Sebastián también se dejó llevar hasta que sintió que iba a perder la conciencia. Ambos cayeron en la cama, Sebastián se dio la vuelta y se acostó de espaldas intentando tomar aire, sentía que sus pulmones iban a estallar, Alicia por su parte había caído casi desmayada. El aprovechó y se metió al baño donde se lavó y desechó el condón. Volvió a la cama y se acostó abrazando por la espalda a Alicia quien ya estaba dormida rindiéndose también al sueño.  

CONTINUARÁ...