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Otra historia de Reyes

─Epaaa, párate, taxi camello.
─Camellito, sooo. Señores, les advierto, en estos días estoy cobrando en dólares.
─No se fije en gastos.
─¿No nos ve la cara de turistas?
─Más bien métale la chola al camello.
─Que vamos un poco tarde.
─Ya va. No me apuren tanto tampoco.
─Mucho gusto, soy Baltazar, el negro.
─Yo soy el gran Gaspar, que su mano va a estrechar.
─Y yo, Melchor, su seguro servidor.
─Okey. Ustedes son los reyes que venían a ver al niño. Pero llegan un poco tarde. ¡Feliz año!
─¿Cómo tarde, conductor?
─La buena familia se fue de Belén cuando se aburrió de esperarlos.
─Ah, caramba, fue que pasamos a visitar a Herodes un rato.
─¿¿¿¡¡¡Un rato!!!???
─Fue por tu culpa, Gaspar.
─De la piscina de Herodes no te pudimos arrastrar.
─¿Y tú? De langostas y cochinos en su mesa te metiste un atracón.
─Y tú, bastante champán tomaste.
─Y vino por toneladas, te lo dije Baltazar.
─¿Y él, señor? ¿Hacia dónde agarró?
─El niño se hizo grande, saltó el charco y se fue al otro barrio a pastorear.
─Ah, caramba, parece que pelamos.
─De que pelamos…
─¡Pelamos!
─Okey, ahora bájense de la mula, digo, del camello, que hasta aquí llegamos.