Los Peregrinos caminaban rápido en la oscuridad. Una flor extraña estaba a pocas horas de abrir y ellos tenían que encontrarla primero para ganar.

No era un bosque encantado. Era un escenario de televisión con mini cámaras ubicadas hasta en ojos de los pájaros.

Los rostros de angustia y risas eran captados en primer plano. Mientras, en los hogares, las familias reunidas, frente a la pantalla, estaban a la expectativa de quién sería el grupo ganador. Era el último programa del año y Los Peregrinos estaban en último lugar por cien puntos por debajo de sus más cercanos seguidores.

La flor les otorgaría ciento veinte puntos que los mantendría en competencia pero ellos estaban agotados y con sentimientos contradictorios. Querían pasar la navidad con sus familias, pero también deseaban regresar al programa y solamente ganando lo lograrían. Giraban cautelosos para ubicar los elementos escenográficos pero todo les resultaba igual. Estaban perdidos y sin rumbo; solo un milagro los guiaría a la flor.

Se sentaron en la hojarasca para descansar.

La cámara, en un acercamiento extremo, presentó los pétalos de la flor. Los televidentes se emocionaron al ver sus colores: lila, azul pálido y amarillo.

-No lo lograremos, en tono de resignación, dijo José a María, mientras un tenue suspiro salió de ella.

Jesús y Ana intercambiaron miradas.

-¿Qué hacemos?, se preguntaron, casi al mismo tiempo.

Los cuatro peregrinos empezaron a charlar pero no de ellos sino de con quienes querían estar en esa noche. Jesús habló de sus padres; María de su esposo; Ana de sus hijos y José de sus abuelos. Todos tenían a alguien muy especial en su corazón. Ningún participante se conocía antes de empezar el juego; habían pasado dos meses y nadie, nunca, había hablado de su familia.

Luego, un breve instante de silencio, como una nota musical bien ubicada, les dio esperanza. Sonrieron frente a las cámaras ocultas y todos en sus casas sintieron que el amor pululaba en el aire.

Hicieron un círculo, se tomaron las manos y cantaron una canción de Navidad.

Ya no importaba ganar; porque para qué ganar si ellos no estarían con quienes más amaban.

Ana dijo al equipo –vamos a pedir ayuda para irnos a casa.

De pronto, una estrella iluminó el techo del escenario y de ella salió una luz cenital para irradiar algo que los peregrinos no podían divisar.

Caminaron juntos hacia la luz. Ya eran casi las doce de la noche cuando llegaron al lugar donde caía el rayo luminiscente; los reflectores de luz blanca se encendieron y allí estaban todos: los hijos, los abuelos, los padres, las esposas, los esposos, los primos, los sobrinos y los tíos de los cuatro concursantes. Los abrazos, el bullicio y la algarabía se hicieron presentes.

Incluso en los hogares televidentes la emotividad alcanzó altos números de audiencia.

La búsqueda de la flor fue una estrategia de la producción del programa para realizar el milagro más ansiado de la navidad: una reunión familiar llena de alegría y felicidad.

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