La familia Vitcé presta mucha atención a la rapidez con la que las mandarinas se dejan quitar la concha.

El más amargado por este asunto era el viejo limón, quien no dejaba de refunfuñar. Las toronjas, por su parte, no aceptaban esos comportamientos tan apegados a la tradición que quería imponer el viejo limón.

"Nosotras las toronjas debemos apoyar a las nuevas generaciones, debemos comprender a las mandarinas, hay que dejarlas ser."

Para las naranjas no era tan fácil implementar los consejos de las vetustas toronjas. Era diferente ser abuela que ser madre, murmuraban entre sí, recordando que aunque fueron diferentes a sus ancestros, su cambio fue fundamentalmente interno. Es decir, se hicieron frutas más dulces, un poco más asequibles, pero siempre supieron mantener las formas.

Realmente lo de las mandarinas era un fenómeno frutal. Desbordaban los patios, las granjas, los mercados de todo el mundo. Las personas se estaban comportando con ellas como si fueran estrellas de la televisión. Todos las aclamaban y ellas, satisfechas, solo parecían decir: "Somos muy fáciles"

Rina era una mandarina diferente. Desde muy pequeñita tomó una actitud cauta, se fue concentrando en ella misma,reconociéndose. No creció mucho. A veces sus respuestas eran muy ácidas. Si alguien se le acercaba mucho lanzaba un efluvio de su concha que podía enceguecer a los incautos.

Rina se sentía muy orgullosa de su alcurnia, de su apellido.

Cuando fue mayor llenó de honores a su familia: desarrolló una industria de perfumes esenciales deliciosos, a la par que incursionó en el mundo de la salud, ofreciendo medicamentos contra epidemias virales y tés relajantes.

El logo de sus empresas fue un viejo limón piloteando una máquina del tiempo.

Rina fue, según cuentan, una mandarina muy rica.

Fin

Esta narración va dirigida a participar en la interesante iniciativa de @acropolis, con la que incentiva lo imaginativo.

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