El arte o el amor

El arte o el amor
Comencé en el mundo de la música clásica a muy corta edad, tan corta que me cuesta recordarla con exactitud.
Aún en primaria, tratando de hacer amigos en esa nueva escuela.
Nueva escuela en donde le caía mal a la mayoría por eso, por ser nueva. Ya que, como todo, lo nuevo nos da miedo y muchas veces es la parte primitiva la que rescata, haciendo así, que el miedo fuese difuminado con agresión verbal, y levemente también física.
Un instrumento extraño del que apenas había oído hablar terminó en mis manos.
Manos que deseaban tocar otro instrumento que no tenía nada que ver.
Deseosa de tocar percusión, terminé tocando el violín.
Uno de los instrumentos más hermosos, delicados y complicados que existen.
Instrumento que podemos relacionar con Lucifer. El más hermoso de los ángeles, pero tan lleno de envidia, que no le es difícil destruir.
Un instrumento complicado, que entre mis manos, se volvía la mayor de las sumisas.
Algunas cosas me costaban, como en todo arte, pero lo lograba.
Causando con esto, la envidia de muchísimas personas.
En un momento pasé a tocar en los primeros violines de esa orquesta, y no sólo eso, fui la primera concertina.
El mayor rango en cuanto a músicos de orquesta se refiere.
A diferencia de lo que pensarían, no se me subieron los humos a la cabeza, todo lo contrario, me disponía a ayudar a mis compañeros.
Compañeros que me fueron teniendo envidia y celo con el pasar de los años.
Años en los que yo mejoraba sin hacer mucho esfuerzo.
Esfuerzo que se mostraba solo, el arte y el romance de ese instrumento se demostraba a kilómetros.
Pero, no todo es perfecto y hermoso.
Una nueva etapa llamada "bachillerato" llega a mi mundo.
Mundo que ya era bastante complicado antes de su llegada.
Su llegada sólo hizo que me alejara poco a poco de mi amado.
Mi instrumento amado ya no me correspondía como antes.
Ya en mis manos no se producía el dulce amor con el que solíamos deleitar a nuestro público.
Un día, gris como el cielo a punto de llover, la directora, tan cruel y envidiosa como los demás, me quitó mi cargo, mi amado cargo, dejándome en el último atril de los primeros violines.
La orquesta quedó en silencio durante ese ensayo.
Parecía que alguien había muerto.
Oh, cierto! Así era, había muerto mi romance con la música.
Ya no era igual.
No éramos igual.
Estar en un mismo espacio nos causaba ira.
Teníamos momentos felices, pero la envidia de los demás hacía que no durara mucho.
Y así estuvimos, en un matrimonio obligado por unos 5 años más.
Donde ella no era feliz conmigo, ni yo con ella.
En algunas ocasiones especiales volvíamos a hacer el amor cuando tocaba mis manos, pero ya no había la misma pasión y el mismo gusto que en su momento existió.
Lo dejé ir, y hoy en día, mi amor por el arte, es con otro.