Amnesia
—No entiendo por qué estoy en esta corte —dijo Felipe confundido.
—¿En serio no lo recuerdas? —le preguntó su abogado con cara de extrañeza.
—No, ¿qué pasó?
—Asesinaste a cuatro mujeres.
«Su enfermedad es más severa de lo que pensé» pensó el abogado.
—Imposible, jamás haría algo así —repuso Felipe frunciendo el ceño.
—También se te acusa de violar a seis niños que eran hijos de esas mujeres —le respondió su abogado mientras veía los documentos que preparó para la defensa.
—¡Qué horror! No recuerdo nada de eso —comentó Felipe mirando triste hacia el suelo.
—Tranquilo —Le sonrió el abogado—. Te diré un par de cosas —se acercó a su oído derecho—:
»Tienes los días contados, idiota. Solo vine por cumplir porque este caso está más que perdido. Ni idea de qué te pasó. Eras un hombre millonario y poderoso pero tu rara enfermedad te arruinó la vida.
»Estuviste en la cima y ahora estás en el pozo más profundo. Lo único bueno que te queda… —Estuvo cerca de soltar una risa, pero se contuvo para seguir—, que te quedaba…, Era tu bella esposa.
»Te haré una confesión para no quedarme con las ganas: Ella siempre estuvo conmigo y nos encargamos de que tuvieras esa enfermedad que te convirtió en una bestia. Ya no le servías a tu mujer y por eso te quitó todo. Solo te queda pudrirte en la cárcel. Estás realmente jodido —El abogado volvió a sus documentos.
—¡¿Qué…, —Apenas se volteó hizo una mueca de malestar que le impulsó a mirar de nuevo hacia el piso y cerrar los ojos con fuerza—. Mi mente está muy pesada. Vienen demasiadas imágenes a la vez. Es difícil procesar todo —Felipe se puso la mano derecha en la frente—. Pero poco a poco empiezo a tener ciertas cosas claras.
«Qué patético» pensó el abogado sin dejar de mirar los archivos.
—Bueno, te quedan pocas horas en libertad… ¿Qué cosas empiezas a tener claras?
—Tenía mucho dinero —sus manos empezaban a temblar ligeramente. Una vena en su frente resaltaba cada vez más—. Voces en mi cabeza empezaron a hablarme. Empecé a tener un instinto violento y sádico que no podía controlar.
»Saber que mi esposa me engañaba contigo me empeoró. El alcohol se volvió mi mejor amigo —Sonrío levemente y encogía sus dedos como si apretara dos pelotas de goma. Su cuerpo parecía tensarse a medida que pasaban los segundos, era como si quisiera salir corriendo—. Esa reunión de mujeres con sus hijos despertó una sed de pecado insaciable en mí. El poco dinero que me quedaba lo invertí en algo valioso antes de estar aquí. Valió la pena.
«Dios mío…, No puede haber alguien más enfermo y estúpido que este sujeto» ideó el abogado.
—No soy el único que está jodido aquí, abogado —afirmó Felipe con la mirada todavía en el suelo y una frialdad de golpe que le cambió el rostro a una especie de monstruo.
—¿Ah no? ¿Por qué lo dices?
—Porque pagué para que colocaran un veneno especial en el café que se tomó antes de entrar en este lugar. Eso fue una inversión valiosa para mí.
Los monstruos son reales.
Los monstruos son humanos.
Y a veces los monstruos se encuentran con monstruos peores que ellos.
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Autor: Tommy
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