"#miprimerconcurso 12" Entrada #1. Sentirse morado

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¿No les ha pasado que de repente un día se sienten parte de la naturaleza? Es casi como si fuesen una fracción de un gran conjunto natural que alguien observa con admiración desde lejos.
Se sienten como dueños del mundo, como que pueden lograr lo que sea que les pase por la mente, como que todo el positivismo que existe se concentró en ustedes justo en ese momento. Como si de repente son morado. Sí, morado.

Son un color, son lo que representa, son una flor, son naturaleza, son oportunidades, son delirios, son deseos, son pasiones, son magia.

Pero ese pequeño instante mágico no dura mucho, puedes sentirlo apenas por unos segundos, o minutos si tienes mucha suerte. Nos pasamos la vida buscando revivir esa sensación que tanta seguridad nos brinda. Vivimos haciéndonos invencibles en cada ocasión en las que la vida no nos hace sentir invisibles.
Vivimos para esos instantes libres de prejuicios, libres de dogmas establecidos por una sociedad que se deja llevar por el brillo de sentirse morado y no por lo que representa serlo.
Vivimos para esos instantes en los que nos dejamos llevar por la pureza de nuestros sentimientos.

Nos sentimos como morado, repletos de sentimientos ambivalentes, porque no nos es suficiente con sentirnos de una sola forma.
Nos sentimos como morado y disfrutamos de la belleza de las contradicciones, del frío y del calor, del ser femenino y masculino, de la tranquilidad y frenesí, del sentir y el entender.
Nos sentimos como morado y de repente ya somos eternos, poderosos e invencibles sin dejar de lado la humildad característica del ser morado.
Nos sentimos como morado y somo únicos, singulares, extravagantes.
Nos sentimos morados y somos esa opción especial que espera, secretamente ser escogida.
Nos sentimos como morados porque nuestra necesidad de ser notados se hace presente y queremos destacar entre el montón sin necesidad de usar disfraces o caretas que oculten nuestra verdadera esencia moradistica.
Nos sentimos como morado porque un color tiene esa fuerza que necesitamos y que no tenemos.
Nos sentimos íntimos e irreales, invisibles y visibles al mismo tiempo, como ese pequeño instante de luz antes de la oscuridad absoluta. Nos sentimos libres, dignos, como si de un momento para otro, somos más fuertes que nunca. Nos invade la seducción característica de sentirse morado y la necesidad de perfección y sofisticación.

Pero entre tantas sensaciones encontradas, nos vemos en la necesidad de empequeñecernos un poco, intentando encontrar el equilibrio que nos mantenga cuerdos, con los pies en el piso y entonces ese pequeño instante de emoción en el que nos sentimos morados, se acaba. Y terminamos siendo flor, no persona, sino flor. Porque así nos sentimos mejor. Porque así, no nos mantenemos tan alejados del suelo sin dejar de ser morado.

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