10/03/2011

Fuente: blavandmaster via Flickr (cc)

Lo primero que recuerdo de aquel día es que fue un martes y que en la mañana presentamos un examen de matemáticas. Eso lo recordaré por siempre, aunque a estas alturas ya no significa nada.

Me enfoco en el día, se agudiza el recuerdo, y entonces vienen a mí muchas cosas. Por ejemplo:

• El dulce aroma de tu piel, como el olor de la brisa marina en las playas de Falcón, que se resiste a abandonar mi nariz.
• El verde de tus ojos, que me miran hoy cuando cierro los míos, como los ojos de un ángel guardián que me cuida de mi propia sombra.
• El suave tacto de tu piel cuando, ambos apenados, me permitiste acariciarla lentamente, con primeriza inocencia.
• La sonrisa tímida que me dabas, y la sonrisa aún más tímida que te regresaba, casi sin notarlo, porque estar contigo se sentía bien.

A estas alturas, ya estoy sonriendo nuevamente, como aquel día, como me hacías sonreir. Recuerdo más cosas: a pesar del calor habitual, ese día amaneció fresco, con algunas nubes en el cielo que, ya por la tarde, se deshicieron en lluvia. Recuerdo la lluvia caer, derramarse por tus mejillas mientras corríamos para no mojarnos (y nos mojábamos más).

Recuerdo estar solos y estar juntos, juntos los dos, solos tú y yo. Tú me hablabas de cualquier cosa, yo sonreía y te miraba. Luego, callábamos. Yo escuchaba un coro que cantaba nuestros nombres, y mi corazón latía tan fuerte que parecía un redoble de tambores. Quizás lo notaste, aunque tú no eras de detallar las cosas menores, nunca lo fuiste.

Recuerdo cómo se sintio tu mano sobre la mía. El color rojo invadió mi rostro: quería ocultarme, dar marcha atrás, desaparecer por varios siglos; al mismo tiempo, quería quedarme así para siempre, sosteniendo entre mis dedos los tuyos, escuchando ya no solo un coro sino una orquesta completa, con violines y flautas y un piano de cola y guitarras eléctricas.

Recuerdo el viento, recuerdo las risas, te recuerdo a ti y a mí como nunca más hemos sido, como dejamos de ser. Apócrifamente, recuerdo que ya no estás aquí, que estás lejos y que no volverás a dirigir nuestra orquesta, pero no dejo que eso me desanime ni me ponga triste, porque me dejo llevar por la música y sé que lo mejor está por venir.

Lo último que recuerdo es la explosión de fuego verde cuando juntaste tus labios con los míos por primera vez.

Luego, la nada.

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Esta publicación forma parte de la séptima edición de Mi primer concurso. ¡Participa!