La gente aclamaba
“Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”
Mateo 21:9 RVR1960
Un día como hoy, hace unos dos mil años atrás, tuvo lugar el período más difícil del ministerio de Jesús de Nazaret. Desde el inicio de este capítulo de Marcos vemos la entrada del Mesías a Jerusalén, desde la región de Betfagé y Betania, frente al Monte de los Olivos. Betania, hogar de Marta, María y Lázaro, se encuentra al este de este cerro, a unos tres kilómetros de Jerusalén y ellos venían por ese camino luego de haber resucitado a Lázaro de la muerte. Cristo envió a dos discípulos a que se adelantaran y trajesen un pollino, asno joven sin domar, que encontrarían atado en una aldea cercana. Dio instrucciones en caso de que alguien preguntara por qué se lo llevaban y en el hizo su entrada triunfal, siendo aclamado por la multitud, que ponía sus mantos y ramas de árboles recién cortadas en el camino, cumpliéndose así una de las profecías escritas en el libro de Zacarías.
La multitud reconocía esta señal. Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! Hosanna quiere decir: Salva ahora, y eran palabras que encontramos en el Salmo 118:25, que hacían referencia al Mesías. De ese modo ellos añaden todo tipo de exclamaciones para saludar al libertador que tanto tiempo esperaron los israelitas, el que debía librarlos del yugo romano. Nunca entendieron que vendría a librar a toda la humanidad y proporcionar un camino único de salvación. La multitud se dejó llevar por la emoción. Y gritaron recibiéndole. Pero ellos mismos, días después, llevados también por otros, gritaron para que fuera crucificado, sin saber que sucedía, sin tener entendimiento, habiéndole escuchado y presenciado sus señales.
No actuemos como las multitudes, que hoy dieron voces engrandeciendo a Cristo y días después también, pero esta vez condenándolo. Pensemos, entendamos y conozcamos, antes de dejarnos arrastrar por otros, ni permitamos que las dificultades o desconocimiento nos lleven a apartarnos de Cristo si ya estamos en Sus caminos, que solo conducen a salvación. ¡El Señor te bendiga!
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