Mi nombre es Vlad hace más 600 años dejé de ser humano, no recuerdo la última vez que vi el Sol o un amanecer, ni recuerdo como es sentir el corazón latir. Alguna vez tuve esposa e hijos, pero murieron siglos atrás, a mis descendientes les perdí el rastro; era lo mejor para ellos.

Fui condenado por mis pecados, me creí poderoso e invencible. Lideré mi ejercito con mano dura, pero fui peor con mis enemigos; de mis triunfos en la batalla, tomaba como trofeos las cabezas de mis enemigos, y las colocaba en estacas en el campo de batalla, como un mensaje a los que se atrevieran a invadir mis tierras. Por esto fui conocido como Vlad el “Empalador”.

Pero un día subestimé a mi enemigo, ella era hermosa apareció seductora una noche, con su túnica blanca, que resaltaba su cabello negro, y sus ojos azules. Su piel era blanca como la nieve, y el escote en su pecho resaltaba sus senos perfectos… Caí a sus pies hipnotizado por una fuerza sobrenatural, sentí como ella succionaba la sangre de mi cuello, y luego me perdí en su mundo sangriento.

Fui condenado a la inmortalidad, y saciar mi sed de sangre con víctimas que pasaran desapercibidas para el mundo; la escoria humana (vagabundos, prostitutas, drogadictos, personas sin familia, otros).

El mundo creé que solo soy una leyenda, un monstruo para asustar a los niños… Pero soy real y estoy donde menos lo esperas…