Mi hermanita

Caminó hacia el parque con Leticia tomada de la mano, la primavera nacía, y ella le había prometido llevarla al amanecer.

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El sol salió, pero no tan radiante como se esperaba, unas nubes grises hicieron presencia quitándole alimento y brillo a las flores.

Leonora odiaba mucho a Leticia, desde que nació todo era para ella. “Es la hermanita menor, tienes que quererla y cuidarla”. Así era para todo, la mejor comida, los mejores regalos…

Además tenía que sacarla a pasear. Por lo menos eso le gustaba, sobre todo en primavera: las flores cantando su polen seductor, los colores de los pétalos transformando al parque en una caja de creyones, los muchachos corriendo como venados por todas partes.

Pero ni eso iba a poder disfrutar, la primavera se vestía de oscuridad en el parque, una llovizna amenazaba con visitarlas y la soledad abrumaba.

La sentó en el columpio y comenzó a mecerla suavemente, mientras las lágrimas bañaban sus ojos, luego la meció más fuerte; Leticia se agarró con miedo de las cadenas que comenzaron a crujir. Siguió con más fuerza, frenética, escuchando el lenguaje de la rabia.

Leticia salió disparada, chocó con unos arbustos y su cuello se dobló inerte en el césped.

Las nubes desaparecieron, el sol brilló repentinamente, unos muchachos entraron con sus bicicletas y Leonora pidió ayuda para auxiliar a su hermanita que se había caído. Su pelo enmarañado escondía una sonrisa de triunfo.

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