Eran días un poco intranquilos en la ciudad, todos nos manteníamos encerrados al caer la noche, nadie salía hasta tarde. Eran días que daban miedo.

En las noticias relataban lo horrible y espantoso de los hechos, a pocos pasos de donde vivía estaba el recuerdo tan atroz que aterrorizaba a cada uno de los que vivíamos allí. Mi esposa nerviosa y muy afectada me preguntaba que por qué sucedían esas extrañas y horribles cosas, no sabía explicarle el porqué.

Seguimos nuestra rutina, pasaron algunos meses y todo se mantuvo en calma, las personas empezaron a salir y estar más tranquilas.

Una noche, mientras regresaba a casa, lo único que podía pensar era en todos ellos; mis vecinos, conocidos y mis amigos, cómo habían muerto. Me sentí tan vació.

Ya pasaban las 2 A.M. y me levanté con esa sensación de nuevo, esa necesidad. Miré a mi esposa tan débil, tan expuesta y lo único en lo que pude pensar era en todo lo que le hice a esas personas, incluyendo a su propia madre, y todo lo que ahora deseaba hacerle a ella.