Le comió el corazón. La llevó con cierto pretexto a la sesión fotográfica. La actriz porno, Laura, le había comentado de sus fetiches menstruales. Él no lo sabía. Siempre su rara condición de olvidarlo todo. Esa noche, sólo fue un incipiente fotógrafo recatado. Entraron al parque abandonado justo a las 11:00 pm, según lo acordado. El único espectro de luz, la luna roja, posaba sobre la copa de los árboles gemelos. La pupila tras la lente del maldito aparato. El reflejo disperso sobre la piel nacarada y desnuda de Laura... -ja, ja, ja, ja, ja,…-

Al amanecer, Cristal y Ale, poseídos de sus risas infatiles, observaron a la vez, el mismo cuadro fotográfico: el vestigio de un cuerpo pálido, entre la bruma del rocío, sobre un río de sangre.

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