Noche de invierno, mujer sanguinaria abrió las entrañas a su amante, succionó su sangre fresca, decapito y cavo su tumba; era un enigma que sucedió con su esposo. Los lugareños intentaron linchar a esta mujer que nadie veía envejecer, una estaca atravesó su ojo sin conseguir derribar, logrando huir. En compañía de su clan se alimentaban de todo aquel pasaba en su travesía hasta llegar a Centroamérica.

Su jerarquía denotaba el goce de una sabiduría compartida a todos sus miembros fieles catadores del linaje europeo.

Jason disfrutaba la sangre pero no haría nada violento para conseguirla, bajo los designios de su madre, reclutaba mortales migrantes, prometía trabajo y hospedaje. Eran llevados a una casa antigua a los lejos de la ciudad, el clan forjaba su trabajo, le permitían elegir a quién morder y robar sus energías, hasta regurgitar la sangre del esófago por la boca, lo dejaban secar sobre palos y eran quemados en la pira.

Sabía cómo apresarla, es cuando pronto de succionar su sangre, atravieso hoja de acero puntiaguda, dejé la agonía hiciera su trabajo, su experiencia absorbió mi energía y lance una antorcha sobre su cuerpo, una risa macabra se fue desvaneciendo, la brisa halando las cenizas de restos de carne chamuscada, ardían sus huesos, resistía a las llamas, los árboles se balanceaban; una pantera negra emergió de la nada trasmutando su alma en aquel animal, me sentía débil, mi hijo Jason dejó su sangre correr, alimentando mi alma, mientras depredando a su hijo a mordisco, se esfumó. Trasladando de nuevo el clan.