Concurso de Microrrelatos de Terror #MicroTerror256 - Semana 3 - Abominación

Supuse que quería echarme del negocio, así que caminé a la puerta y salí sin decir una sola palabra. Me sentía echada y con un poco de sueño, mi hotel quedaba dos cuadras por el lado sur de la ciudad de Caracas, recordando y revisando mis pantalones, olvidé por un momento la basura que cargaba en los bolsillos, me dije que una dama no podía cargar tan desalmada, entonces cometí el peor error que pude haber hecho, como un alma inocente pasé a botar lo que llevaba, en ese preciso momento, cuando había entrado en un callejón sin salida, vi detrás hombre muy peludo y sucio, sentado como un perro, detallando cada parte de mi vestimenta, parecía un desalmado violador.

Su forma de caminar en cuatro patas era muy extraña, no llevaba camisa, ni tampoco tenía el conocimiento de la palabra higiene. Estaba atrapada, inherente a mi posición, sin poder hacer movimiento alguno. Su mirada era intimidarte, parecía como si tuviese los ojos amarillos, yo estaba en su territorio, ya esto escapaba de mi confort, empecé a asustarme.

Me armé de valor y corrí, pero esto solo lo molesto mucho más, sus gruñidos habían empeorado, era como un canto de una bestia, un canto de una abominación de hombre hecha animal. Me atrapó con su feroz rugido, obstaculizando el paso de mi salida.

Retrocedí inmediatamente, no había nada que pudiese hacer, ni gritar, ni tampoco llorar, acepte un posible final en ese callejón violada por un psicótico que tenía complejo de lobo. Esto no era un hombre lobo, no se acercaba en lo más mínimo, se trataba entonces de un hombre queriendo ser animal, que quizá fue tratado como tal y por eso su actuación es perfecta. Pasé la noche acorralada como una presa por este sujeto caucásico y barbudo, no pude hacer mucho, mis gritos eran mentales, mis ansias descomunales, esperé a que fuese la madrugada para empezar a ver personas y aprovechar el momento, pero simplemente a las cuatro de la madrugada, el degenerado pasó por mis piernas, como si ya fuese la hora de acabar con su presa, se paró a olerme brevemente, después de esto caminó hacia la calle en posición de ida.

Dije con un grito desenfrenado.

Respondió a lo lejos con un tono brusco y molesto. Después de esa noche, entendí porque nadie se quedaba a esas horas en la calle, no era el miedo a los ladrones o maleantes, sino a este extraño hombre de peculiar apariencia, que lo he comparado con una Abominación, pues el mismo eligió ser apodado animal...