Tierra, todo se transformó en tierra. Desierto, sol y arena. Solo partes de los edificios podían verse salir de aquellas montañas de arena. El océano desapareció y los pájaros dejaron de cantar. Lluvia, nieve. Todo eso desapareció. EL refugio fue aquello que parecía una cueva; oscura, horno humano. Desde lo más profundo de la cueva se escuchaban gritos, quejas de aquellos que querían salir. Había policía y militares viendo al infinito, mientras indefensos morían tragados por la torrencial arena. Desde afuera no entraba más nada, solo arena. Con escombros que traían desde lo más oscuro construyeron un muro. Algunos sacaron trapos de sus bolsos y algo que servía de combustible y prendieron antorchas. Se acomodaron en grupos, pequeños grupos. Solo hablaban entre ellos, repasando el mismo pensamiento, una y otra vez. La tención tomó poder en la atmosfera. La cueva se calentaba y calentaba cada vez más. Asfixie. Eufóricos, rebeldes quitaron el muro de escombros. Cavaron en la arena, obstáculo después de los escombros. Salimos todos, hasta el que no quería. Marea incontrolable…. Tierra, todo se transformó en tierra. Y resonó un silencio dentro de la marea de gente. Suspiro: “¿Y? ¿Ahora?” ... “Ahora, no hace falta que lleve este reloj”, dijo el único hombre con corbata… “¿Ahora? Ahora, hijo, solo nos toca esperar… es el final” respondió papá.