Efraín llevaba meses esperando ese momento. Desde que su madre formuló las ecuaciones del tiempo fue su meta intentar superarlas. Esas múltiples ecuaciones diferenciales las modelo al mundo, siempre intentando darle variados usos con métodos difíciles.

Fue más allá de las ecuaciones diferenciales de orden superior, ni siquiera le sirvió la transformación de Laplace.

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Como en su planeta los ordenadores se regían por fotones y eran mil veces más rápidos modelar las ecuaciones fue un poco más llevadero. Aunque las cifras no daban al principio, no se rindió y fue modificándolas lentamente. Hasta dar exactamente con las cifras precisas para la utilización perfecta de la materia oscura.

Hasta fue más allá y empleó ocho dimensiones en el campo vectorial para ver cómo serían las fluctuaciones. Inclusive llegó a realizar el método de reducción de matrices de Gauss, pero claro con los ordenadores para no fallar en ninguna simulación.

El mínimo error podía causar un agujero negro en el planeta.

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Y por fin luego de tantos experimentos, simulaciones y cálculos frustrantes o fracasos inminentes lo logró. Casi ni supo cuando ocurrió realmente, no hubo un estallido ni nada que le hiciera consciente del éxito de su proeza. Se percató de ello fue al ver a las afueras de su ventana los miles de seres humanoides en un estado de stop.

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El tiempo se había detenido al fin y había atravesado solo su persona la barrera de la cuarta dimensión.