Termina la pesquisa del último sector de la colonia espacial sin encontrar a nadie. Solo lo acompaña el silbido de su respiración cansada que lo ofusca. Es la séptima revisión que hace de cada rincón, y no hay ningún tripulante vivo. Bueno, todos están vivos, pero como si no lo estuvieran; le aterran los cuerpos detenidos, inconscientes y flotando en la nada. Luego está la peor parte: todo es culpa suya. Algo ha fallado, aunque no lo sabe con certeza. Tampoco funcionan los equipos electrónicos y de comunicación, lo ha comprobado antes.

Lleva tres años en aquella nave vagando por el espacio, es parte de un programa para repoblar la tierra. El apocalipsis había llegado provocado por el hombre. Una iniciativa multinacional hace estudios en colonias como esta para devolver la vida al planeta. Ha sido sometido a pruebas y radiaciones; querían humanos resistentes a condiciones extremas. En él los experimentos dieron resultados inesperados: adquirió la capacidad de detener el tiempo en el universo. Bastaba con desearlo cerrando los ojos. Entonces hacía lo que no le tenían permitido en aquel lugar tan controlado y severo. El tiempo volvía a su curso cuando caía dormido y despertaba. Luego, nadie parecía recordar nada.

Duerme largas siestas y no puede hacer que el reloj continúe andando; no hay manera de arreglarlo. Lo probó todo; recordarlo lo exasperaba hasta el llanto. En su cuenta han pasado nueve días.

Se sabe perdido en el universo infinito. Solo, y siente un enorme hoyo negro que se expande en medio de su pecho.