Luis regresó de su viaje de negocios; había logrado catapultar su empresa como una de las más prósperas, en el desarrollo de la clonación. Ahora le tocaba celebrar con sus empleados y accionistas, la nueva noticia.

Luis a sus 55 años había logrado amasar una fortuna con su programa de clonación que lo convirtió en uno de los hombres más ricos del planeta. Cuando Luis se dirigió a su oficina, a buscar el discurso que diría en la fiesta, se encontró a un hombre idéntico a él, sentado en su escritorio.

Luis quedó petrificado en la puerta de la oficina, cuando vio a este hombre. El hombre le miró y le dijo: “¡Hola Luis!, bienvenido, te estaba esperando”. A lo que Luis pregunto: ¿Quién eres? ¿Qué haces en mi oficina...? ¿Cómo es posible…?

El hombre sentado en la silla, le dice: “Soy Luis, el verdadero. Tú eres un clon que diseñe a mi medida y necesidades. Quería probar que un clon puede ser exitoso, y relacionarse con todo a su alrededor, sin darse cuenta que es una copia del original. Sabía que dándote libre albedrío desarrollarías tus habilidades y ambiciones”. ¿Cómo crees que cerraste ese contrató? ¡Todos lo sabían; en la reunión!

Luis se sentía desfallecer, eso no era posible, él no podía ser un clon. Él era, el verdadero. Sin pensarlo Luis se abalanzó sobre el hombre, y como un animal que veía su existencia en peligro, lo mató.

Luis tomó el discurso, y se fue a la fiesta a disfrutar de su triunfo.