Desperté sobresaltada. No reconozco el lugar.

Todo es blanco. Del techo cuelgan estructuras de metal que emiten luz blanquecina.

A mi lado algo emite pitidos. Es cuadrado… también alumbra y tiene movimientos de números y letras. De él salen tubos que están conectados a mi pecho. Trato de alzar la mano para arrancármelos, pero mis brazos no me responden. Mis piernas tampoco.

Estoy desnuda. El frió llega a mis huesos.

Una puerta se abre con un zumbido, dejando entrar una espesa niebla. Entran dos personas. Están vestidos de pies a cabeza con un material azul, dejando ver solo sus ojos.

-Esta es la elegida señor- hablo una mujer.

Intento hablar. Mi cuerpo sigue sin responder. Mi boca no emite sonido alguno.

-¿Cómo lo hicieron?- preguntó el hombre.

-Fue difícil. Desde el 2060 experimentamos. Redirigimos las ondas gravitacionales con un magnetizador pluripotencial. Nos ha permitido ir al pasado por una hora. No tiene rastro del virus.

-¿Cuándo empezaran?

-Ya mismo. Drenaremos toda su sangre. Extraeremos la mayor cantidad posible de células.-

Siento como mi pecho se alza y bajaba rápidamente, siento una lagrima corriendo por mi mejilla. No entiendo que pasa, pero de algo estoy segura. Moriré.

-No puedo dormirte. Podría contaminarte. Dolerá un poco pero todo acabará.-

Con una especie de cuchillo pequeño y brillante perforo mi pecho. El dolor llegó. Siento como mi piel se abre, la sangre caliente manando. Cada corte es más doloroso. Mi vista se está poniendo negra.

Casi no respiro.

Mi tiempo se ha detenido.

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