Se encontraba dentro de los consultorios de Levocord, la compañía de robótica médica, esperando conocer su padecimiento. El doctor, luego de analizar los exámenes le diagnostica insuficiencia cardíaca congestiva en fase terminal. Para seguir con vida debe recibir un trasplante, pero su seguro médico no cubre el costo de una operación; la empresa solo los coloca a quienes hagan contribuciones importantes a la sociedad, y él no era ni rico, ni inteligente. Alguien de su estatus social nunca tenía muchas alternativas.

Se fue a casa donde les explicó a su hijo y a su esposa su enfermedad y con tristeza se fueron a la cama. A media noche llamó a la puerta un hombre elegantemente vestido.

Manifestó que venia del futuro, la humanidad estalló en un caos, desatado por su muerte. Su hijo se había vuelto ingeniero mecánico y con sus máquinas destruiría Levocord, que le negó la vida a su padre. Sin nada que perder, el hombre siguió al visitante a un coche, que al ponerse en marcha todo a su alrededor se disolvió sin dejar rastro.

Aparecieron en un cuarto con muchos instrumentos, iluminado por luz blanquecina. Lo colocó en una tabla metálica que levitaba y luego se marchó. Pasados los minutos dos robots llegaron, taparon su cara con una mascarilla y acto seguido se quedó dormido.

Despertó en su cama con una herida en el pecho. Con fuerte presentimiento buscó a su hijo, encontrándolo sin vida, con el tórax abierto, bañado en un material azul y viscoso.

Todo había sido una mentira.