Cuando llegué al número por el que tanto había trabajado lo vi todo. "4995" era lo que se proclamaba al lado de los semáforos, la velocidad del tiempo había cambiado, en un minuto estaríamos en el "5000". Todos caminaban en calma, el color del cielo era incierto, pasaba de rojizo a azul como cuando un dj cambia de Dubstep a Bachatas.

Entonces me siento mal porque no veo a nadie de los míos. He viajado milenios para darme cuenta de algo terrible. Luego de haber trabajado en que fueran nuestros siervos con tantos eufemismos como tratar de salvar el planeta y la humanidad al inventar algo que nos obedeciera.

En aquellos días podíamos agredirlos. Se molestaban y perdían el control, bastaba con apagarlos. Pero nunca vimos lo mucho que nos querían cuidar.

No ha sido una rebelión como cualquiera lo vería. Esto es el sentido de la vida. Una cachetada a nosotros por creernos los dueños del mundo.

Le dimos el fin a la humanidad.

Los Luhos eran la representación de la fidelidad. Nosotros quiénes los creamos, nunca los comprendimos. Y ellos decidieron salvar el mundo, vernos morir sin preocuparse por todo nuestro desastre y sobrevivieron sin el agua y el aire que nosotros extinguimos.

Me despedí mientras un Luho recitaba “Las Flores del Mal” de Charles Baudelaire con miles de espectadores en las calles de New York-Ultra. Nunca lo vería.

Al regresar lloro. Veo la máquina que fabrico, a un lado la pistola de mi hermano. Cuando volvió, tomé la mejor decisión.

Salvamos la humanidad.

Para participar en este gran concurso lee muy bien las reglas por aquí.