El antojo
Mientras estoy en mi rutinario viaje interestelar, un peculiar antojo de domingo hace vibrar mis antenas. Sin pensarlo coloco el piloto automático de mi nave, y a velocidad luz, pongo el destino fijado rumbo a la tierra.
Luego de atravesar unos cuantos millones de estrellas, me encuentro en la vía láctea, y desacelero un poco la potencia de mi nave, ya que pronto estaré en el planeta. Al cabo de unos cuantos segundos, llego a mi destino, y tras pasar la frágil y contaminada atmósfera, coloco el campo de invisibilidad para irme voy de cacería.
¿Pero de qué tipo es mi antojo?
¿Pequeños de carne tierna?, ¿altos, bien formados y jugosos?, o… ¿De esos arrugados, que tienen la carne un poco dura, pero con un toque añejo especial?
Entre tantas ricas opciones, no puedo evitar derramar mi saliva al pensar en su sabor; es una lástima que ahora quede manchado mi piso con un color verdoso.
Desplazándome de un lugar a otro, mientras pienso que comer, encuentro una presa fácil que solucionará mi problema. En un bosque algo aislado de la ciudad, se encuentra una pequeña familia, dos adultos, un niño y una anciana rodeando el fuego de una fogata…
Coloco mi nave sobre ellos, y presiono el botón de abducción para traerlos acá.
Creo que hoy probaré un poco de todos ellos, alguien está por darse un gran banquete. – Digo esto mientras un fuerte rayo de una luz azul incandescente atrae las personas a la nave.
FIN