SOBRE MÁSCARAS, PERSONAS... Y EL MUNDO.

Personare, sonar “a través de” (per), es el efecto logrado por las máscaras de teatro griego y posteriormente más perfeccionado en el romano, que no solo caracterizaban al personaje, sino que estaban provistas de un abocinamiento bucal para proyectar la voz del actor.

Esa máscara constituía por sí misma la representación de un personaje, dando carácter a algo inanimado, con la finalidad de motivar al público, de transmitir un mensaje y suscitar reacciones.

Es ese concepto de persona/personaje lo que resulta interesante, para no considerar la mera asociación de la persona al concepto abstracto de ser humano, sino para verla como sujeto con un papel, como personaje artífice de su propia vida, con un cometido concreto y decisivo en ella.

Por otro lado están el mundo y el cosmos: el orden, la limpieza, lo bello.

Desde Marcvs Vitrubivs Pollio en “De Architectura” -por mostrar un punto de partida-, para quien el “mundo es un sumo concepto, todas las cosas de la naturaleza y también el cielo conformado por las estrellas”, hasta Cicerón, que establece ya una correspondencia definitiva entre el mundo latino y el cosmos griego como orden universal o universo ordenado, se le han dado muchas vueltas al concepto, para al final prevalecer la consideración impulsada por el propio Cicerón en tiempos del Imperio Romano, conforme el mundo se circunscribe al conjunto de la humanidad que lo puebla “este mundo al completo, ha de ser considerado una única comunidad de ciudadanos”, dejando el término universo (todo en su conjunto), para referirse ya a algo más similar al cosmos de los griegos.

Esta apreciación de un mundo pensado para las personas, como continente de los individuos que conforman la humanidad, constituye un generador constante de ideas, sentimientos, corrientes, revoluciones, movimiento. Un mundo siempre sorprendente en el que hay que conducirse a través de la máscara que la prosopopeya dota de vida, mientras cubre nuestros rostros y oculta lo que de verdad importa: el individuo y la apreciación del mundo que lo hace único. Y por ello no vamos a desestimar esa máscara, sino a saber utilizarla con criterio, porque en ocasiones también es necesario protegerse.

Esa es la idea que quiero compartir, y que me gustaría sirviese para sacar lo mejor de cada uno, para construir un mundo en el que cada individuo cuente como algo valioso, un milagro único, irrepetible, digno de respeto y protección, y dueño de su propia vida.

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